El hombre de Marianela Gallardo es un superhombre pero no tiene nada de nietzscheano. Es un hombre poderoso, rotundo, determinado pero que vive para ella, la mujer, a la que envuelve en un abrazo místico, inapelable. Pero no es un abrazo protector, no es un abrazo condescendiente. El hombre de Marianela Gallardo no abraza a la mujer para reafirmar su virilidad, sino que anhela una fusión espiritual. Es el nuevo hombre que abraza a las mujeres.
No sabemos si la pintora argentina estaba pensando en Stieg Larsson cuando buscó el título para esta serie de obras protagonizadas por parejas, pero buena parte de ellas parecen una propuesta de enmienda hacia esos hombres que no aman a las mujeres: ya se sabe, generalizar es muy peligroso, pero lo hacemos constantemente.
Los amantes de Marianela Gallardo es una de las obras más significativas de la última época de la artista afincada en Menorca. Atrás queda el grafismo oscuro de sus primeros tiempos. En este lienzo la pareja desnuda se ama sobre un lecho edénico. Pero al margen de la hierba y las flores, el resto de la composición está tiranizada por las figuras humanas de una rotundidad escultórica apabullante.
Se trata de un recurso habitual en la obra de Marianela, casi una obsesión: el agigantamiento de manos y pies en sus figuras humanas, pies que reafirman el nexo de los seres humanas con la superficie, con la tierra de la que proceden, y manos que simbolizan nuestra capacidad para obrar… en todos los sentidos.
En estos otros Amantes, la artista patagónica centra su composición en transmitir una sensación de ritmo, de pasión en movimiento. Mujer y hombre se aíslan en su arrebato emocional con un beso de película. La espiral de líneas ondulantes que genera la posición de las figuras entrelazadas irradia una suave cadencia: es el ritmo del amor, claro. Además, la artista añade color tanto en la ropa como en el cielo lo que contribuye a redondear esta sensación de amor soñado que envuelve toda la obra. O dicho de otra manera: mirando esta obra dan ganas de amar.
El abrazo como motivo y el ritmo como clave compositiva no son, de cualquier manera, elementos nuevos en la obra de Marianela Gallardo que ya hace unos años nos regaló aquel El amor de los ángeles, otro lienzo de gran formato, en este caso apaisado, que transmite ese contraste entre la espiral rítmica de los amantes y la rotundidad de sus figuras, concentrando su peso en la parte inferior del cuadro.
Los rostros de apariencia naif que aparecían en El amor de los ángeles vuelven para otra serie de obras conocida como Voladoras y Nadadoras, mujeres que fluyen entre azules y blancos, en espacios indeterminados, guiadas por la promesa de una armonía divina. En La voladora, el azul celeste funde a la mujer con el cielo y las estrellas. Una gaviota es la pareja de este viaje espiritual en el que, de nuevo, la pintora argentina se detiene a nivel compositivo en la generación de tensiones rítmicas mediante la posición de los miembros de las figuras y el patrón de las estrellas ejecutado con técnica puntillista.
Menos decorativista es el cuadro de La nadadora de la quinta, en la que Marinela moderniza una técnica clásica emparentada con la escultura. Primero genera un bloque informalista creado de forma casi espontánea que es el encargado de texturizar la obra para después extraer las figuras de ese bloque mediante un proceso más racional. Al margen de la técnica creativa, de nuevo encontramos en esta obra el gusto por las distorsiones figurativas que ayudan a dar a esta nadadora la impresión de una mujer totémica, una matriarca atemporal que bucea suprema entre peces de colores.
Usando la misma técnica a la inversa que hemos visto, tenemos otra de sus apuestas más recientes: La danza del viento. Se trata de un cuadro que mantiene varios postulados creativos habituales en la obra de la argentina pero que transmite unas sensaciones muy diferentes: el uso de los grises convierte a estas figuras en bloques pétreos con salpicaduras sangrientas. Se trata de un cuadro menos amable y ensoñador, más expresionista e inquietante. En esta danza no sopla el viento, sino la muerte.
Pintora de larga trayectoria a pesar de su juventud, Marianela Gallardo empezó pintando cartones de pizza cuando llegó a España y ha terminado convirtiéndose en una referencia artística en Menorca con multitud de exposiciones e iniciativas culturales y exportando sus obras a diferentes países.
Te invitamos a visitar la galería de Marianela Gallardo en Artelista.
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