Si la Ofelia de Millais descansa eternamente sobre el agua, la Ofelia de Marcos Cortés Vega tan solo se toma un descanso. El artista toma un primer plano de la modelo con la boca abierta pero con los ojos cerrados al contrario de lo que sucede con el personaje shakesperiano. Se trata de un guiño irónico al que tal vez sea el cuadro más célebre del Prerrafaelismo: la Ofelia en la piscina de Marcos Cortés se hace la muerta disfrutando de ese instante de plenitud sobre el agua.
Mujer y agua. Brisa que colorea el silencio culminante, sol que broncea pieles selectas, encuadres que dejan fuera cualquier atisbo de realidad áspera: no, hoy no queremos saber nada de lo que está más allá, queremos quedarnos aquí, dándonos baños de belleza pura, sencilla, ahogando el ruido en un océano de quietud.
¿Cómo no atreverse con las acuarelas de Marcos Cortés? Sin duda, el artista ha elegido la técnica perfecta para esta serie denominada Mujer y Agua. La acuarela es una de las técnicas ideales para representar el agua, la humedad y la atmósfera que esta genera. Y la luz, claro. Estos son los tres motivos que articulan la serie: la figura humana, generalmente en primeros plano o planos de detalle, el agua y la luz, siempre natural, con sabor mediterráneo.
Las acuarelas de esta serie saben a mar, a verano sin fin. Pero hay algo más. Buena parte de las figuras femeninas que Marcos Cortés representa en sus obras cierran los ojos. En algunos casos, se rinden a la serenidad, como vimos también en la mencionada Ofelia en la piscina o en las deliciosas Adiós y Romance. En otros casos, esos ojos se cierran en pleno éxtasis acuático como en En Penumbra o en Lluvia en la cara.
Esta feliz unión artística entre la figura femenina y el agua encuentra su máxima expresión en las acuarelas subacuáticas en las que la mujer bucea hacia su atolón de sosiego como sucede en Donde viven los pensamientos, Bajo la penumbra o Sueño Eterno. Tampoco debemos olvidar las acuarelas en las que ya ni siquiera necesitamos el rostro de la modelo para sentir su placidez como en El mundo al revés o A remojo. Todo es, en definitiva, claro y limpio, en las acuarelas de esta serie.
Pero Marcos Cortés también saca su pincel en la penumbra urbana para contar otras historias menos amables, más literarias. En su serie De Noche, nos topamos tras girar la esquina con una figura oscura en medio del callejón. Aunque la obra se llama Hacia la luz, todavía no hemos llegado a ella, el relato todavía no ha dicho su última palabra.
Es lo que sucede también en Huida blanca, una acuarela que bien podría acompañar un relato de intriga. ¿Hacia dónde va? ¿Por qué se ha precipitado a la calle en plena tormenta de nieve? Si las obras de Mujer y Agua funcionan como estampas de un estado mental, las acuarelas de De Noche evocan historias, con un pasado crepuscular y un final todavía por descubrir.
Dentro de la producción de Marcos Cortés también podemos encontrar piezas con motivos diversos. En Clausura, el artista saca su pincel para fijar la luz tamizada por un ventanal de traza gótica. O Aullido, como ejemplo de la habilidad del artista para representar con detalle a los animales.
Y es que la acuarela está de moda. Tiene las cualidades necesarias para captar instantes y atmósferas, para evocar realidades cambiantes. El acuarelista ha tenido que batallar durante décadas contra la consideración de su arte como una técnica de aprendizaje y casi infantil: el óleo en el lienzo es el arte mayor, el color flotando en agua y agarrándose al papel es un arte menor.
Pero ya no hay arte menor porque tampoco hay un arte mayor. El concepto Bellas Artes sabe a sombrero de copa y carruaje. Nuestro tiempo es otro y la acuarela tiene ese punto de inmediatez que tan bien lo representa. Solo hace falta echar un vistazo a la producción de Marcos Cortés para comprobarlo.
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