La colección de Klaudia Neuhardt es abundante y diversa. Ha pasado por el realismo urbano, el retrato hiperrealista, el impresionismo mediterráneo, enfocando su producción en las últimas fechas hacia la figuración expresionista. Llama la atención, en este sentido, una obra como Soneto. Se trata de un óleo sobre lino en el que la artista alemana hábilmente aprovecha la superficie para aligerar pictóricamente su obra. De esta manera, la arena y el cuerpo de la mujer conectan visualmente.
Pero hay más. En la economía cromática de esta curiosa obra destaca el rojo que aparece en el cielo y en la piedra generando una suerte de grietas que se asemejan a regueros de sangre. Finalmente, es este color el que contamina la hoja que, cual toalla, sirve de apoyo a la mujer: en ella aparecen fotos y texto que justifican la denominación del cuadro. El rojo puede ser violento, pero también pasional. Sin embargo, la mujer que domina la composición, junto al perro, se muestra tranquila y confiada, sin verse afectada por esos versos lacerantes escritos sobre su toalla arrugada.
¿Y qué decir de Amedeo and Me I? A todos nos gustaría tener la oportunidad de conversar con nuestros referentes. Klaudia conversa en esta obra con Modigliani, uno de los artistas más personales de la vanguardia del siglo XX. Tal vez sorprenda esta serie de obras inspiradas en el genio de Livorno porque el resto de la producción de la artista alemana no guarda gran relación con el expresionismo arcaico de Modigliani, pero no cabe duda de que se trata de un homenaje al maestro.
En la línea estilística de estos cuadros-homenaje podemos situar también Chats avec jardin de clair de lune de Debussy, dos obras de motivo curioso en las que Klaudia Neuhardt explora la técnica pictórica expresionista.
Más personales resultan su serie de obras protagonizadas por niñas como Flötenspieler (Flautista). La técnica de esta obra remite al expresionismo figurativo clásico de principios del XX que tanto fraguó precisamente en el país de origen de Klaudia con los artistas pertenecientes a Die Brücke (El Puente). La propia pintora cita a Ernst Kirchner como una de sus influencias.
Sin llegar a la inquietante descomposición de la realidad ni al —a menudo— histérico colorismo de aquellos pintores, Klaudia exhibe en La flautista las posibilidades de esta vertiente pictórica en la que la expresividad del color, la colocación en primer plano de la figura y la difuminación del fondo logran que el espectador entorne sus ojos buscando un más allá significativo dentro del cuadro.
Con un motivo similar pero con una técnica diferente, menos cargada de materia pictórica, destaca también The Station. El tránsito constante y el fluir de almas hacen de las estaciones un motivo artístico habitual para representar la melancolía. Y aunque esta obra tiene un aire de resignación un poco hopperiano, la figura que domina la composición no es una persona de mediana edad que pierde su mirada, sino una niña inocente para la que todavía hay esperanza.
Su serie Incondicionales, protagonizada también por niñas, se vincula con la motivación de The Station: son cuadros amables con un punto nostálgico en el que los niños y los animales —almas puras— juegan en un mundo protegido en el que apenas se cuela ninguna referencia espacial.
Pero la versatilidad de Klaudia Neuhardt da para mucho y no rehúye el género paisajista. Aunque ha tocado el hiperrealismo simbólico de Modesto Trigo, maestro y compañero, la pintora alemana prefiere en sus últimas etapas experimentar con un estilo más cercano al postimpresionismo como vemos en obras como Lucena del Cid o Metáfora I. También resulta llamativo En Tránsito I, que se incluyó en la exposición de 2016 Contrastes Marinos al igual que el referido Soneto. Comparte con este un cierto toque expresionista gracias al libre uso del color aplicado, en este caso, en el fondo y el cielo.
Y aunque Klaudia también cuenta en su producción con paisajes más realistas como Gran Vía, Chinchón o Monasterio del Escorial, nosotros preferimos el ensueño de su serie Los cinco sentidos más el sexto. Tanto en Tacto como El sexto sentido, especialmente en este último, sorprende el uso expresivo del color y el enfoque surrealista del motivo. Si en Tacto la pintora apuesta por la fragmentación de la realidad a través de una composición decorativa que esconde una serie símbolos, en El sexto sentido el cuadro se presenta como un juego inquietante en el que el espectador debe tratar de percibir lo imperceptible: justamente aquello que se escapa a los otros (cinco) sentidos.
Os invitamos a visitar la galería de Klaudia Neuhardt en Artelista.
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