Fijémonos en dos obras: Sol de medianoche y Café al Sol de Medianoche. En la primera, vemos dos copas medio vacías (o media llenas), un sombrero, un ejemplar de El País y… una trompeta. En el segundo, solo hay una copa, la posición de los objetos en la mesa cambia. Pero hay algo más: una chica de vestido rojo está sentada en la mesa de al lado. ¿Qué ha sucedido entre un momento y otro? ¿Cuál discurre en primer lugar? ¿Qué relación existe, si es que existe alguna, entre los dos personajes, el trompetista y la chica?
Esta agitación narrativa es la que generan algunas de las obras de Juan Aguirre Vila-Coro, arquitecto, pintor y profesor «de unos 60 años» con base en La Granja (Segovia). Observando estas dos obras, un escritor siente la necesidad de llevar al papel esta historia, y a un cineasta le puede servir de inspiración para dar forma a una escena. Casi podemos escuchar el murmullo de las conversaciones, la música de fondo… El arte digital de Aguirre Vila-Coro está vivo, respira, sucede.
El arte del mañana, hoy
A lo largo de la historia hemos asistido a demasiadas discusiones bizantinas sobre la categoría de arte, demasiados salones de los rechazados, demasiado arte degenerado. Y hoy, muchos de esos degenerados fascinan a millones de personas en los museos del mundo. Pero no aprendemos la lección de la historia. Aprender del pasado nunca ha sido una prioridad para el ser humano. Es más seductor anticipar el futuro.
Cualquier obra ideada y ejecutada con intención artística debería ser considerada arte. Eso sí, el hecho de que sea una obra de arte, no quiere decir automáticamente que sea buena. El juicio estético entra dentro de la categoría de lo subjetivo. Pero el arte no: es, o no es.
Al arte digital todavía le queda camino por recorrer para ser reconocido por toda la comunidad artística primero, y por la ciudadanía después (¿o el orden es a la inversa?). El hecho de que el artista digital no sostenga un pincel en la mano todavía despierta sospechas y recelos. «Eso no es arte», dicen algunos. El conservadurismo siempre ha está asociado a la recepción de la obra artística. Mal que nos pese, seguimos con la mente en el siglo XVIII bajo la dictadura de las Bellas Artes.
De cualquier forma, a Juan Aguirre Vila-Coro no parecen importarle demasiado estas cosas. Su objetivo es «vivir alejado del mundanal ruido» lo cual no nos extraña nada, teniendo en cuenta que el ruido es ensordecedor en los tiempos que corren, y no nos referimos solo al ruido como sonido molesto…
Aguirre Vila-Coro ha encontrado un medio adecuado para dar forma a sus creaciones y no parece muy preocupado en si la herramienta elegida (software informático que genera gráficos en 3D y que luego se pueden pasar a un soporte físico como el tradicional lienzo sobre bastidor) está considerada como ‘suficientemente artística’ por el público.
Bodegones, bicicletas y una relajante taza café
En Sinestesia, el artista afincado en La Granja ofrece una obra de cuño clásico, pero ejecutada con una tecnología contemporánea. Es un bodegón muy Mondrian, en el que el artista juega con los colores primarios. La presencia del vidrio es una constante en sus modelados 3D. No olvidemos que es profesor de la Escuela Superior del Vidrio de la Granja.
Entre sus bodegones de aire Pop también destacan las representaciones de la mesa del artista, collages como Mesa Mágica en los que nunca falta el periódico, una bebida, la cajetilla de Winston y unos lápices y rotuladores de colores. Incluso en Cervezas se cuela un iPhone… Aguirre Vila-Coro disfruta de generar formas en las que las transparencias y los brillos estimulen la percepción del espectador.
Llamativas son también su serie de obras protagonizadas por la bicicleta, siempre bicis clásicas de carreras como en Montonera, Teoría del Caos o Vértigo en Copenhague. Aguirre Vila-Coro investiga las formas que generan las ruedas, cadenas y coronas de las bicicletas apiladas unas encima de otras.
Y sí, Aguirre Vila-Coro también aplica el sentido del humor a alguna de sus obras como en la que titula Clembuterol y protagonizan dos bicicletas, dos cascos y un bidón. O Relaxing Cup of Coffee haciendo referencia a la célebre frase de una ex alcaldesa de Madrid.
Aunque Juan Aguirre Vila-Coro prefiere «ser transparente», pasar sin ser visto, su obra refulge personalidad gracias a la peculiaridad de algunos motivos elegidos y esas historias que parecen latir detrás de algunas de sus escenas más aparentemente estáticas. Da igual el apellido (digital, figurativo, abstracto, etc.) lo que cuenta es la intención… artística.
Excelentes artistas