El amarillo, el azul y el rojo, no solo en la bandera, sino en el ambiente que rodea y refleja el cuerpo desnudo de un hombre abatido llorando sobre una urna. Son Los hijos de la violencia, uno de los lienzos preferidos de su autor, José Gabriel Acuña, y que representa a la perfección una de las tendencias más enérgicas de su pintura: la guerra y sus consecuencias en Colombia.
¿La guerra ha terminado?
Estas últimas semanas han sido claves en la historia de Colombia. Fueron la culminación de un proceso de paz que duraba más de cuatro años y que no parecía encontrar un final satisfactorio para ambas partes, la guerrilla de las FARC y el estado colombiano. Rodrigo Londoño, alias Timochenko, jefe de la guerrilla, confirmó el éxito final de las negociaciones con una frase que pasará a la historia del país americano: «se acabó la guerra, convivamos como hermanos y hermanas».
Colombia es un país muy especial, sus ciudadanos sienten la patria con un ardor único, que puede resultar extraño en otras latitudes menos nacionalistas. Este septiembre también será recordado por la victoria de Nairo Quintana en la Vuelta a España que llenó las calles de Madrid de banderas colombianas.
A buen seguro que José Gabriel Acuña recordará siempre este verano de 2016, en el que el dolor de tantos años parece empezar a restañar. Han sido varias décadas de conflicto, más de 200.000 muertos y 6 millones de víctimas de crímenes de guerra. Una barbaridad que ha llorado Acuña en buena parte de su obra.
Su colección denominada «Entre amor y dolor» refulge entre el resto de su producción por la carga emotiva que posee. Obras como Colombia de rodillas, Tristeza, Renacer, Salvando a la patria, Colombia ciega o Soñando la paz comparten estilo pictórico, vigor visual y organización compositiva.
José Gabriel Acuña coloca a una figura (dos como máximo) en primer plano, siempre desnudos, a veces cubiertos parcialmente por la bandera del país. Sus tres colores dominan siempre la composición, también en los reflejos de los cuerpos. Cuerpos en los que el pintor sudamericano muestra un interés por captar la sensualidad tanto del hombre como de la mujer.
No nos extraña que Acuña haya citado a Miguel Ángel como uno de sus referentes y es que pocos artistas en la historia han sabido plasmar con tanto talento la energía anímica interna del cuerpo masculino. Pero el pintor colombiano, al contrario que el florentino, también se descubre ante la sensualidad femenina que protagoniza buena parte de su obra.
El trasfondo de esta colección no es otro que el conflicto entre el amor y el odio, entre la violencia y la belleza que despierta la situación de Colombia en el artista: un país joven, virginal y bello que debe batallar con el dolor y la penuria de la guerra.
Colombia urbana
Pero la mirada de José Gabriel Acuña también se fija en otras realidades más cotidianas. Deja aparcado el símbolo y se centra en representar la realidad de la calle consiguiendo retratos llenos de vida que se encuentran entre lo más celebrado de su producción.
Se trata de su colección más reciente que tal vez forme parte de las exposiciones conjuntas en las que el pintor participa en las últimas semanas como la del XII Salón de Arte Fray Angélico en el Colegio Santo Tomás de Aquino de Bogotá o la Exposición Internacional de Tendencias Contemporáneas del Centro Cultural El Cuartel en Ibarra (Ecuador).
Hablamos de los «ñeros» de José Gabriel Acuña, personajes de la calle que «con sus dramas, pero también con sus sonrisas que brotan cuando la felicidad de la libertad asoma». Tanto Ñero como Ñero II nos despiertan la simpatía gracias a la habilidad con la que el pintor capta su carácter.
Destacan también por esa verosimilitud y cercanía otros retratos urbanos como Rasta, Paren la Guerra o Viejo fumador. ¿No me diréis que no habéis visto al señor del cigarro en algún lugar de una gran ciudad? Esta habilidad por captar tipos humanos es otra de las virtudes de Acuña.
Mitos, paisajes y candados
Huitaca o Bachue son los dos lienzos que representan otros de los intereses del pintor sudamericano: la mitología colombiana y la pintura fantástica. José Gabriel Acuña también ha tenido tiempo para hacer sus pinitos con el paisaje y dejarnos un par de misteriosos cuadros de candados.
Pintor de emociones, Acuña afronta un presente renovado para su producción, marcado por una nueva situación en su país. Si la guerra, por fin, ha terminado, es el momento afrontar el futuro con una mirada más optimista como la que parece mostrar el pintor en su propio Autorretrato.
Os invitamos a visitar la galería de José Gabriel Acuña en Artelista.
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