La soledad de una bicicleta con el último sol de la tarde, el silencio de una biblioteca, el bullicio de una terraza, el romanticismo meciendo una góndola… Jordi Torrent es un observador certero que plasma con elegancia el sedimento que transpira la vida ante nuestros ojos. Habilidoso dibujante y de ingente producción, sus obras han cosechado innumerables premios, especialmente de pintura rápida, su gran amor.
Pintar la vida pasar
Desde que el ser humano fue consciente de sí mismo siempre ha tenido el anhelo de atrapar la vida en imágenes. Ese anhelo se transformó en obsesión en la segunda mitad del s. XIX, cuando una serie de pintores reaccionaron contra el academicismo para «impresionar» la vida. Aquel estilo ha sabido conectar con el gran público como ningún otro en la historia reciente del arte.
Jordi Torrent ha consolidado su trayectoria artística partiendo de las máximas del impresionismo, una pintura melancólica que se debate entre la viveza del instante y la nostalgia del (inexorable) paso del tiempo. Por eso conecta tan bien con el público, porque no exige un a priori estético: se trata de degustar la vida en un lienzo, sin necesidad de manual de instrucciones.
Pero como la poesía más desnuda, que es capaz de activar nuestra memoria más íntima, la obra de Jordi Torrent nos trae recuerdos… a cada uno, los suyos.
Dos bicicletas aparcadas en una plaza con un mercadillo (Torroella) nos ofrece la brisa del verano, el pantalón corto, el paseo y el olor de la fruta fresca. ¿Cómo no viajar atrás en el tiempo y (re) visitar la plaza del pueblo, escuchar a los paisanos regatear con los comerciantes y sentir el aroma de la placidez?
Y el mar (Caloret). Qué fácil es escuchar el rumor de las olas, el bullicio de los niños y sentir el agua en nuestros pies en uno de tantos veranos.
Pero la vida no solo transcurre lenta y sosegada, también acelera los lunes, en los pasos de peatones de las grandes ciudades (Día de trabajo). Entonces sentimos el metro, la corbata en el cuello y el pitido de los coches con prisa.
Y se oscurece. La soledad de un cigarrillo a medio fumar nos despierta sensaciones de agridulces, de final de noche, de vuelta a casa en penumbra (He dejado de fumar).
Pintura rápida que se degusta lenta
Con casi un centenar de premios, Jordi Torrent es un pintor con un merecido reconocimiento. Su afición a la pintura rápida le ha dado muchas satisfacciones. Esta modalidad exige por parte del artista un sexto sentido para la selección del motivo. En la mayoría de ocasiones, el paisaje es el género que triunfa en esta clase de concursos, pero también son válidos los cuadros de detalle con un toque costumbrista: una ventana, un edificio, una fuente, etc.
Pero lo más importante es la capacidad de síntesis del pintor, el talento para seleccionar los elementos más atractivos y líricos de un escenario para activar las emociones del espectador. Junto con ello, la destreza técnica es clave para plasmar la síntesis de ese motivo en el menor tiempo posible.
Si echamos un vistazo a la obra de Jordi Torrent, comprobaremos que el artista catalán cumple con todos los requisitos del buen pintor «rápido». Y es en la selección de los elementos claves del motivo pictórico donde aflora el talento de Torrent.
Venecia y Nueva York
No queríamos perder la oportunidad de referirnos a dos series que el pintor ha dedicado a dos de las ciudades más famosas del mundo. Por un lado, Torrent rinde homenaje a Venecia, en la que se curtieron varios de los paisajistas más importantes de la historia del arte. Esa única aleación de luz, agua, color y piedra es plasmada con finura por el artista catalán en varias obras.
Y la Gran Manzana. Torrent también ha caído bajo el influjo del taxi amarillo y los edificios que rascan el cielo como en ningún otro lugar del mundo.
Mientras la vida siga pasando, Jordi Torrent mantendrá su pincel en guardia para activar nuestros recuerdos y anhelos más estimulantes.
Os invitamos a visitar la galería de Jordi Torrent en Artelista.
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