Decíamos en la crítica de la obra de Bet Calderer que las miradas y los rostros son como una puerta que se abre hacia el alma. Nos gusta mirar a los ojos para descubrir más rápidamente qué esconde nuestro interlocutor. Los ojos son la vía de comunicación más directa, pero no la única… También está el movimiento y la actitud. La pintura de Fausti Adán investiga el gesto y el movimiento femenino. El rostro suele estar oculto o no expresa. En la obra de Adán, el detalle es que el que enseña.
El arte del movimiento
De nuevo, la danza: esa disciplina artística orgullosa, a menudo altiva, pero solitaria, melancólica e incomprendida. La danza, como la música, expresa sin señuelos, no necesita palabras bonitas ni imágenes impactantes, va directa al corazón… o no va. La danza, como la música, tiene ese punto de abstracción que requiere en el oyente o en el espectador un poco de actitud, debe abrirse para que el estímulo cumpla su propósito.
Danza Roja y NYCDance son dos obras que tratan de atrapar la plasticidad del movimiento de una bailarina. En uno de ellos, la mujer está de espaldas, en el otro, el rostro está concentrado. Lo que impacta al espectador es la plasmación de ese instante de tensión en el que la bailarina alcanza el punto culminante de un paso. La levedad un cuerpo que expresa por sí mismo, sin aditamentos.
En ambos óleos, Fausti Adán aplica la misma composición: el cuerpo ocupa el centro del cuadro, el rojo del vestido y la piel destacan ante un fondo neutro en tonos oscuros. El color utilizado genera una sensación de escorzo que ayuda a que el movimiento de la bailarina vibre y no se detenga.
La mujer en el mundo, en la historia
La historia la escriben los que ganan. Y los que han ganado (casi) siempre han sido hombres. La mujer siempre estuvo ahí, pero no ganaba, ni perdía; el juego no era para ellas (según los que hacían las reglas). Pero la historia va a cambiar, como sucede en Invictus: una mujer descansa tras la batalla, con la mirada perdida en la contienda y la sangre de los derrotados en las manos. En el tablero de la guerra, la mujer también juega.
Invictus es una rareza en la producción de Fausti Adán, puesto que los ojos y los labios son el punto de fuga en el que converge el mensaje.
En Japonesa, India o Mantra, el rostro vuelve a estar oculto y es la actitud y el gesto el que transmite la energía del cuadro. Japonesa es delicada. Mano y nuca desnudan un alma que mira hacia abajo y se abraza porque, tal vez, los abrazos que recibe no son lo suficientemente cálidos. India, por su parte, es sostén y decisión, es camino y esperanza.
Mantra es diferente, porque Adán saca su figura al exterior. Este instante de tensión espiritual es reflejado por el agua del mar generando un cuadro de luz vibrante e impacto inmediato. Una luz que la pintora también estudia de forma admirable en obras como Tatuaje o Sueño.
La luz del mundo entero es lo que reclama Fausti Adán para la mujer. En Terra Orbis, la espalda de una mujer está envuelta por la proyección de un mapamundi. Es, sin duda, la proyección del futuro que, por fin, parece más presente.
Te invitamos a visitar la galería de Fausti Adán en Artelista.
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