“Nil similus insanu quam ebrius” (Nada se parece más a un loco que un borracho), es la inscripción que preside El rey bebe (1640- 1645), una de las pinturas más estudiadas de Jacob Jordaens (Amberes, 1593-1678).
El artista, nacido en Amberes, se encuentra entre los más destacados exponentes del barroco flamenco. Su andadura como pintor se inicia realizando cartones para tapices y algunas otras decoraciones de arte menor. Tras su formación en el taller de quien acabaría por convertirse en su suegro, Adam van Noort, también mentor de otro artista universal como Rubens, ingresó en el gremio de San Lucas, en el cual desarrolló buena parte de su carrera. Jordaens es considerado uno de los tres grandes maestros del barroco en los Paises Bajos junto a Van Dick y el propio Rubens.
La glorificación de los placeres mundanos y la pintura de género popular, donde el verdadero héroe es el pueblo flamenco, constituyen la mayor inquietud en la obra de Jordaens. Dotado de un patente sentido naturalista, complaciente y honesto, con un más que evidente tratamiento satírico, el pintor llena sus cuadros de campesinos y burgueses sacralizados hasta el extremo de convertirlos en divinidades. En las pinturas de Jordaens destaca el predominio de los blancos luminosos y la profundidad de las tonalidades rojizas. Su temática aborda escenas mitológicas y sobre todo y, como veremos, sucesos de entusiastas fiestas y grandes banquetes. Ya que eran estos principalmente los motivos preferidos por la clientela de la época.
Por otra parte, tampoco puede decirse que la imaginación fuese el fuerte de nuestro pintor. Siempre que le abordaba una historia, volvía a ella una y otra vez. Es el caso, por ejemplo, de su obra El rey bebe, también conocida como El rey de las habas, un tema muy popular representado por otros autores como Jan Steen o David Teniers. Y que Jordaens llegó a realizar hasta en seis ocasiones.
También es habitual la repetición de los personajes en sus obras. Sin ir más lejos, la figura del viejo obeso que en el cuadro lleva la corona, y que pudiera tratarse con probabilidad de su suegro, Adam van Noort, o la de la niña rubia bebiendo del vaso y que, supuestamente, sería una de sus hijas.
El rey bebe reproduce la fiesta de la epifanía, la tradicional conmemoración del día de Reyes celebrado el 6 de enero, cuya exaltación descontrolada es una de las imágenes más típicas de la pintura barroca neerlandesa, muy alabada entre el gusto coetáneo por las representaciones familiares y desenfadadas del enaltecimiento, casi hasta lo vulgar, de la alegría por vivir. Sin ir más lejos una de las figuras de la parte izquierda del cuadro, aparece textualmente vomitando. Así pues, El “día de reyes” o “día del rey de las habas”, todos estaban invitados al festín, incluso los niños y los animales domésticos. De esta época llega a nuestros días la costumbre de esconder un haba en el roscón de reyes y coronizar a aquel que lo encuentra.
La tradición de celebrar un opulento banquete en ese día se remonta al siglo XIV en las iglesias del norte de Francia, donde el deán ofrecía tras el oficio una opípara comida que él mismo presidía como rey. La tradición desembocó en auténticos banquetes de varios días de duración que degeneraban con frecuencia en borracheras y peleas que el gobierno intentó frenar sin resultado con la implantación de algún decreto.
Los festines, que eran sufragados casi en su totalidad por el decano de la corporación, hicieron declinar al propio Jordaens encabezar el gremio de pintores de San Lucas, únicamente porque no se veía capaz de costear el enorme gasto que su celebración acarreaba.
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