Repensar la historia es peligroso, pero apasionante y, en ocasiones, imprescindible. Porque la historia siempre la escriben los que ganan y, por lo tanto, siempre nos faltarán las historias de los vencidos. La historia del arte es un relato que contiene algunas verdades con mayúsculas, bastantes opiniones e intereses y muchos episodios vacíos. La exposición Invitadas que acoge el Museo del Prado hasta marzo es una apuesta valiente y arriesgada por llenar el vacío sobre la consideración de la mujer en el mundo del arte español.
Podríamos decir que hubiera sido mucho más valiente programar esta exposición hace un par de décadas y no en este contexto de viento a favor, pero mejor tarde que nunca. Al fin y al cabo, el Prado no es una galería de arte independiente de la Doctor Fourquet: es una de las pinacotecas más importantes del mundo.
En cuanto al riesgo asumido por los responsables de la exposición, este ha quedado evidenciado con el polémico retiro de la obra que abría el recorrido expositivo. Carlos G. Navarro, comisario de la muestra, decidió abrir con Escenas de familia, una obra casi destrozada atribuida a Concepción Mejía con la que se pretendía poner el foco en el olvido institucional que la mujer ha soportado durante décadas en el arte plástico español. Pero era en realidad La marcha del soldado pintada por Adolfo Sánchez Megías.
El tiro por la culata, mil disculpas y la constatación, como ha reflejado el propio museo, de la ‘necesidad de proseguir la investigación sobre mujeres artistas de siglos pasados’… pero a poder ser con criterios objetivos y científicos y llevada a cabo por profesionales.
El nombre completo de la muestra Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931) nos informa acerca de la enorme complejidad de su corpus expositivo. Nada menos que 17 secciones divididas en dos grandes bloques: por un lado, el papel de la mujer como inspiración en el arte durante ese periodo y, por otro, el papel de la mujer como sujeto activo dentro del sistema artístico.
Porque de sistemas va la cosa. Y como en cualquier otro sistema, en un lado están los que manejan y, en el otro, los manejados. Ni la historia en general ni la historia del arte en particular es (solo) un enfrentamiento entre hombres malvados y mujeres humilladas, es más bien una lucha entre los que tienen el poder y los que lo sufren, o como diría Sergio Leone, entre los que tienen la pistola cargada y los que cavan.
Durante décadas, la pistola cargada del sistema oficial del arte español apuntó hacia una serie de valores estéticos que justificaban la moral (y el capital) de la burguesía que, poco a poco, se iba haciendo con el control económico y social de la España del XIX con la connivencia de instituciones como la Monarquía o la Iglesia que ya le empezaban a ver las orejas al lobo.
Y, en este contexto, la mujer en el arte oficial debía responder a la moral burguesa. Léase virtud, moderación, maternidad, equilibrio, etcéteras: el ‘ángel del hogar’, como se señala en la exposición. El arte oficial, como siempre ha sido y será, busca adoctrinar, crear un relato que debe ser acatado por todos y todas. ¿Y cuál es el precio que debía pagar una mujer por no seguir el dogma, por no respetar la moral burguesa? Convertirse en una paria, una mala madre, una ‘extraviada’… una persona marginal en su sentido original: quedarse en los márgenes, quedarse fuera.
El segundo bloque de la exposición Invitadas aborda el papel de la mujer como sujeto activo artístico que estuvo plagado de obstáculos, algunos de los cuáles se han mantenido hasta nuestros días. ‘Náugrafas’, ‘Copiantas’, ‘Verdaderas pintoras’, Señoras antes que pintoras’ y ‘Anfitrionas de sí mismas’, son algunas de las secciones que abordan esta evolución del papel de la mujer en la pintura hasta el principio de la consideración de la mujer artista como artista (a secas) ‘rebajando el tono condescendiente’, tono que es, justamente, uno de los mayores peligros a los que se sigue enfrentado la mujer dentro del sistema del arte actual… y dentro de cualquier otro sistema.
En definitiva, con sus evidentes sombras, pero también luces, Invitadas, Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931) es una exposición más que necesaria que lleva uno de los debates más candentes de la actualidad al Museo del Prado, una entidad que siempre se ha caracterizado por su conservadurismo y que ahora busca, con proyectos como este, abrirse hacia un nuevo público fomentando la reflexión y el análisis, objetivo último de una buena exposición artística.
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