Isabella Stewart Gardner (1840 – 1924)
Isabella Stewart Gardner fue una de las coleccionistas más activas de la época cuando empezó a comprar arte al heredar la fortuna de su padre. De carácter extravagante, fue el centro de atención mediático del Boston de finales de siglo XIX. Mostró mucho interés por el arte de artistas antiguos, pero también por el de sus coetáneos, manteniendo relaciones de íntima amistad con artistas como John Singer Sargent y Anders Zorn, entre muchos otros.
Su vanidad exigía todo el protagonismo. Debía tener lo mejor. Si sus deseos eran contrariados, se estimulaba su apetito (…). En sus relaciones personales no encontraba impedimentos ni se detenía ante rechazos o derrotas. Y lo mismo ocurrió cuando empezó a coleccionar arte. Aline B. Saarinen.
No solamente se convirtió en una gran coleccionista de arte antiguo, sino que sentó un importante precedente: decoró su residencia a partir de elementos originales antiguos que fue comprando en sus viajes por todo el mundo. Más tarde, otros coleccionistas seguirían su ejemplo, como William Randolph Hearst, que lo trasladó a extremos cercanos a la expoliación. Pese a ser disparatado, el proyecto tuvo éxito y consiguió convertir su domicilio, Fenway Court, en el Isabella Stewart Gardner Museum (ISG) de Boston (Massachusetts, Estados Unidos). Nos encontramos con otra coleccionista que a su muerte decide compartir su fortuna y su excelente colección de arte con su país, Estados Unidos.
Años atrás decidí que lo que más falta le hacía a nuestro país era el arte. Éramos una nación muy joven y teníamos pocas oportunidades de contemplar cosas bonitas, obras de arte…así que decidí convertirlo en mi objetivo de vida. Isabella Stewart Gardner (1917).
Isabella recibió una formación orientada a las artes y las letras que incluía estudios de italiano y francés, vitales para su trayectoria como coleccionista. A los dieciséis años su familia se mudó a París para finalizar la formación de Isabella, y ésta aprovechó para viajar a Italia, donde empezó a descubrir la que más tarde se convertiría en su mayor pasión: el arte. A los dieciocho volvió a Nueva York, su ciudad natal. Desde allí viajó a Boston para visitar a Julia Gardner, una compañera de buena familia con la que había entablado una buena amistad, y hermana de John Lowell «Jack» Gardner, con quien se casaría dos años después. El matrimonio tuvo un hijo que murió poco antes de cumplir los dos años. Un año después Isabella tuvo un aborto y le anunciaron que no podría volver a tener hijos. El fallecimiento de Julia poco tiempo después se sumó a la lista de desgracias acontecidas en muy pocos años. Isabella no pudo soportarlo y entró en una depresión cuyo único remedio fue el de viajar.
Jack llevó a Isabella a viajar por Europa. Estando afincados en París durante el siguiente año, viajaron por Rusia y Escandinavia, y lograron que Isabella hiciese borrón y cuenta nueva, convirtiéndose en la extrovertida mujer por la que sería recordada. Se labró una reputación de aventurera al viajar por muchos países de África, Asia y Europa, donde iba adquiriendo mobiliario, tejidos, cerámica, esculturas y dibujos, entre otros objetos.
Al heredar la fortuna de su padre en 1891 empezó a adquirir obras de arte con bastante frecuencia y al fallecer su marido en 1898, Isabella decidió comprar unos terrenos para poder hacer realidad su sueño compartido de construir un museo para albergar su colección.
Colección del Museo ISG de Boston
A partir de 1892, Isabella viajó con bastante asiduidad a Europa, con el objetivo de comprar obras de arte. Una de las primeras piezas que compró fue El concierto de Vermeer, una de las joyas de la colección de no ser por el trágico robo que tuvo lugar en 1990, en el cual se sustrajeron esta y otras 12 piezas del museo.
Isabella pasó mucho tiempo en Venecia, su base de operaciones en Europa. Siempre supo estar rodeada de asesores y expertos de primer nivel como Bernard Berenson, quien le aconsejó durante muchos años y le proporcionó algunas de las obras más interesantes de la colección. La relación entre Isabella y Bernard fue muy rentable para ambos; Berenson le ofrecía las mejores obras que encontraba a sabiendas de la importancia de su opinión para la coleccionista, y esta conseguía hacerse con obras de primer nivel antes que otros coleccionistas. Pese a una relación tan idílica, Isabella no siempre siguió a rajatabla los consejos de Berenson, en ocasiones hubo discrepancias debido al estricto gusto de ésta.
Una de las mejores piezas que Berenson consiguió para Isabella fue El rapto de Europa que Tiziano hizo para Felipe II entre 1560 y 1562. El que se encuentra en el Museo del Prado es una copia de Rubens. Bernard Berenson también proporcionó otras grandes obras (hasta 70) para Isabella y su esposo, como el Autorretrato a los 23 años de Rembrandt y grandes obras de artistas del Renacimiento italiano como Fra Angélico, Sandro Botticelli, Giotto y Simone Martini. Aún así, Jack, el esposo de Isabella, sospechaba de la honestidad de Berenson ya que en alguna ocasión se había equivocado al autentificar una obra y en otras los precios parecían ligeramente inflados.
Berenson no fue el único asesor de Isabella. El pintor americano Joseph Lindon Smith, le consiguió el Hércules de Piero della Francesca y Richard Norton, hijo de un profesor de la Universidad de Harvard amigo de Isabella, le proporcionó esculturas clásicas que compró en Roma.
Pese al triste robo sufrido en marzo de 1990, en el que desapareció El concierto de Vermeer, la Tempestad en el mar de Galilea de Rembrandt, un paisaje de Govert Flinck, y otras diez piezas; el museo Isabella Stewart Gardner de Boston reúne una colección de calidad inconmensurable en un entorno muy íntimo que ha sufrido los mínimos cambios desde su concepción un siglo atrás. Resulta de gran interés presenciar como la coleccionista supo diseñar su casa, Fenway Court, a partir de elementos estructurales y decorativos traídos de todas partes del mundo y que el resultado fuera tan armónico.
Agradecido por este interesante e importante artículo.