Henry Clay Frick (1849 – 1919)
De origen humilde, Henry Frick siempre tuvo buen ojo para los negocios. Consiguió hacer prosperar la destilería de whisky de su abuelo materno y con esos réditos compró cincuenta hornos de coque. Consciente de la importancia del carbón para la incipiente industria siderúrgica, en pocos años ya tenía más de mil hornos en funcionamiento y a los 30 años ya había ganado su primer millón de dólares. Se hizo socio y amigo de Andrew Carnegie, fundador de la mayor empresa productora de acero del momento (Carnegie Steel Company), relación que le permitió acceder a la presidencia de dicha compañía. Ese gran talento para los negocios junto a la falta de intransigencia frente a los sindicatos de trabajadores le granjearon una mala reputación que haría que atentaran contra su vida en 1889.
En 1881 se casó con Adelaide Howard Childs (1859 – 1931) con quien tuvo cuatro hijos. Helen, la menor, se encargó de administrar y catalogar la gran colección de arte que su padre legó a su muerte. Al casarse, Frick compró una casa en Pittsburg (Pennsylvania) y fue en ese preciso momento, cuando se encontraba decorándola, que descubrió su pasión por el arte. Pronto se mudaron a Nueva York donde tenían sede muchas de las empresas de Frick y acabó construyéndose una imponente mansión en la Quinta Avenida con la calle 70. Dicho edificio alberga hoy en día la Frick Collection.
Cuando falleció Frick en 1919, estableció unas condiciones muy estrictas en relación al destino de su colección. El domicilio de la Quinta Avenida debía de convertirse en una galería abierta al público una vez hubiese fallecido su esposa. En 1935, cuatro años después del fallecimiento de Adelaide, la Frick Collection abría sus puertas hábilmente remodelada como museo. Otra de las condiciones que impuso fue que ninguna obra podía abandonar el edificio ni ser prestada a otro museo o institución, y así ha sido hasta día de hoy. Las adquisiciones realizadas por la institución a partir de su muerte, en cambio, sí que tienen permiso para ser prestadas ya que no están ligadas a las voluntades del magnate.
A parte de un interés evidente por los negocios, Frick centraba todo su tiempo en su familia y en coleccionar arte. Era un coleccionista frío y calculador, no acaparaba, pero cuando se fijaba en una pieza de gran calidad, hacía lo posible para que pasara a formar parte de su colección. A diferencia de muchos otros, también era capaz de vender obras de su colección para adquirir otras obras. Esto puede deberse a que el espacio de su colección era finito, ya que Frick quería que las obras estuviesen expuestas en su mansión para su goce personal.
Amaba sus cuadros con la misma pasión que sentía por los niños… A menudo, ya de noche, al final de un día difícil, cuando todo estaba tranquilo, Frick se metía sigilosa, casi furtivamente, en la galería, encendía las luces y se sentaba durante una hora o más, primero en un diván, después en otro, absorbiendo sosiego y felicidad. – George Harvey.
La Colección Frick
Henry Frick era hombre de gustos clásicos y bastante estrictos. Sentía interés por los retratos y los paisajes, especialmente por la retratística del Renacimiento, los paisajes ingleses de Turner y Constable así como una especial afición por Fragonard y otros maestros franceses del s. XVIII como Boucher o Chardin. También compró algunas piezas de pintura española de gran relevancia, como el Felipe IV en Fraga (1644) de Velázquez, el San Jerónimo (c. 1595) de El Greco o La Forja (1817) de Goya.
De entre los retratos adquiridos, que fueron muchos, cabría destacar especialmente el Retrato de Tomás Moro (1527) de Hans Holbein el Joven, un Autorretrato (1658) de Rembrandt y el Retrato de caballero con sombrero rojo (1516) de Tiziano; tres obras de primerísimo nivel que demuestran el buen gusto que fue adquiriendo Henry Frick a lo largo de su trayectoria coleccionista.
Frick consiguió hacerse con 3 Vermeer, unas de las piezas más destacables de la colección teniendo en cuenta que solo se conocen poco más de 30 obras del maestro neerlandés. También compró muchos retratos ingleses de Anthony van Dyck, Thomas Gainsborough, Thomas Lawrence y Joshua Reynolds; que estaban muy de moda en la época.
En 1914, una vez fallecido J. P. Morgan, Frick pudo hacerse con otras de las piezas destacables de su colección: la serie de El progreso del amor, compuesta por catorce pinturas de Jean-Honoré Fragonard. Al año siguiente compró una serie de ocho lienzos de François Boucher, Las artes y las ciencias, para acabar de convertir su colección en un referente en el campo de la pintura galante francesa del s. XVIII.
En este enlace se pueden ver algunas de las obras más interesantes que componen la colección Frick.
Helen Clay Frick (1888 – 1984)
La excelencia de la actual Frick Collection no se hubiese dado de no ser por la devoción con la que Helen, hija de Henry Frick, trabajó para cumplir con el testamento de su padre y se encargó de adquirir obras nuevas para la colección. Desde joven había demostrado gran interés por el arte empezando la catalogación de las colecciones familiares cuando tenía veinticinco años; hizo fotografiar todas las piezas e investigó acerca de su procedencia. Una vez fallecido su padre, estudió gestión museográfica para convertir la casa familiar en la futura Frick Collection. Como vemos, sin el trabajo que realizó Helen, no podríamos admirar la excelente colección que Henry Frick reunió a lo largo de su vida.
Cuando estuve en N. Y. el año pasado visité este museo. Me deslumbro el edificio, los contenidos pictóricos, la magnanimidad de los funcionarios. Me agrada el mundo del arte y gustaría estar vinculado a él através de ustedes. Muchas gracias.