Hay quién se enamora del mar y queda atrapado en él para siempre. Algo parecido le sucedió al pintor Guillaumet con el desierto. Inmortalizó el Sahara en sus lienzos como nadie.Este pintor academicista francés vivió a mediados del siglo XIX. Su legado es el de la pintura de las emociones. De no ser así, es posible que la visión de sus obras fuera un elemento puramente decorativo, al gusto de la corriente pictórica a la que se suscribe. Pero Guillaumet traspasó la barrera de lo políticamente hermoso para lograr que el espectador sintiera la soledad y el vacío absoluto del desierto. Este artista consigue crear un efecto sinestésico en el observador que le transporta a una nueva realidad, a un universo ajeno, el desierto, tan sensitivo como fascinante. Acompáñanos al Sahara.
Guillaumet y su tiempo: la escuela academicista francesa del siglo XIX
Gustave no era como sus compañeros. Y si. Realmente es difícil medir a un artista sin vincularlo a un contexto. El arte decimonónico de mitad de siglo padecía una resaca del Romanticismo precedente que había enraizado en la sociedad francesa. Gracias a artistas como Delacroix, la amada libertad francesa y los altos ideales republicanos se habían plasmado en lienzos que mostraban los valores morales de la sociedad gala del siglo de la Revolución Francesa.
Los primeros orientalistas vivieron pocas décadas antes que Guillaumet. Al estilo de Benjamin Constant, trataban de proyectar la imagen idílica y el exotismo de una Arabia que apenas conocían. Guillaumet fue uno de los grandes abanderados del segundo orientalismo, mucho más implicado y sensitivo. La corriente a la que se suscribe no fue solo una ruptura con el occidentalismo teórico sino que se aventuró a viajar más allá de los límites europeos.
Su patrimonio y el de contemporáneos suyos como Belly no es solo pictórico sino intelectual. El pensamiento idealizado que se tenía en Europa acerca de los rincones exóticos y lejanos se ha mantenido hasta la llegada de la era de la comunicación. Guillaumet fue el pintor informativo, el fotoperiodista del siglo XIX.
Guillaumet y sus viajes a Argelia
A pesar de que fue un destacado pintor a nivel técnico, Guillaumet quedó inmortalizado por otro motivo; acercó el norte de África a la sociedad francesa decimonónica, sus atardeceres de fuego, los testimonios de sus gentes y la exuberante vacuidad de un terreno tan hostil como fascinante. ¿A quién no le seduciría ese silencio que se retuerce de dolor? Guillaumet fue un documentalista más que un pintor. Tuvo la capacidad técnica y la sensibilidad artística de transmitir el desarraigo y la soledad del desierto.
Fue capaz de acariciar las entrañas de Argelia y de dirigirse a ella sin afán de occidentalizar. Solo mostrando una belleza que no tiene por qué competir con las de lo conocido sino que coexiste en otras latitudes. Gustave Guillaumet (1840 – 1887) no pasará a la historia como el mejor pintor del siglo XIX pero si que sería justo que fuera considerado el primer documentalista gráfico de su tiempo y un pionero en el arte del fotoperiodismo, que se desenvolvería años después con la llegada de la fotografía.
La técnica y la temática del pintor del desierto
Proveniente de la Escuela de Bellas Artes de París, la técnica de Guillaumet estaba muy vinculada al universo académico. Este método estandarizado es el motivo por el que el artista sabía retratar la realidad de sus viajes sin permitirse demasiadas licencias. Si que transgredió en algunos puntos en discordancia con la técnica academicista; la percepción de los pintores de la época estaba muy ligada al romanticismo previo y a la idealización. Los academicistas huían de la demostración de lo feo y escabroso, del realismo naturalista.
Guillaumet no rompería del todo con esta tendencia romántica e idealista pero si que mostraría ciertas emociones en sus cuadros como el abandono y la muerte. En este punto, el pintor es considerado único porque, sin alejarse de la percepción que su escuela le había inculcado, consigue un efecto ambivalente en el espectador, adentrándose en la oscura belleza del desierto. Hay que agregar que la intención de Guillaumet es incierta ya que logra impresionar al observador pero, ¿hasta qué punto el pintor era consciente de que había transcendido de lo puramente estético a lo sensitivo?
Le Sahara, una visión subjetiva de la gran pintura de Guillaumet
El lienzo Le Sahara atrae la mirada de esta observadora que avanza abrumada por los pasillos del Orsay. Acostumbrada a contemplar las pinturas de los genios en una hoja de papel de cualquier manual, no es extraño que me lleve gratas sorpresas y amargas decepciones con las obras de los grandes artistas. Guillaumet no era famoso en mi inventario de pintores fetiche pero, cuando contemplé esa enorme obra horizontal sentí, por unos minutos, la brisa helada del atardecer del desierto. Puede percibir la última caricia del sol que se despide en la llanura inmensa del desierto.
Ese horizonte infinito en un lienzo finito. Lo más sorprendente fue esa soledad, ese desarraigo, la intensidad en la sencillez. La emoción destilada de un cuadro que apenas tenía contenido pero cuya textura llenaba el ojo de quién lo veía. Era como percibir el atardecer y el amanecer a un mismo tiempo, como huir hacia una aventura en mitad del Sahara. Cuando dejé de mirar Le Sahara, Argelia seguía en mi memoria. Y Guillaumet también.
La escuela academicista fue la cuna de Guillaumet y de muchos otros grandes pintores que iluminaron el mundo con su arte decorativo. Es el caso del pintor William-Adolphe Bouguereau. Sus cuadros de temática mitológica impresionan por los escorzos de sus protagonistas. También un aspecto muy cuidado en lo que a la luz se refiere. ¿Quieres conocer más acerca de la pintura académica? En ese caso adéntrate en aquello que nunca se contó de la pintura académica y vive el arte en todo su esplendor.
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