En el bodegón o naturaleza muerta el artista no sólo pinta alimentos, flores u objetos cotidianos, también interpreta la poesía y el alma de la vida doméstica. Seleccionamos seis magníficos ejemplos que permiten profundizar en sus diversos significados y formas.
Naturaleza muerta (hacia 1606) de Osias Beert I
El bodegón adquirió su máxima expresión con los maestros flamencos y holandeses del siglo XVII. Los autores desplegaron en sus creaciones todo un repertorio de objetos valiosos, de vajillas sofisticadas y de manjares exóticos, entregándose al detalle, los reflejos y las texturas. E, igualmente, a mundos llenos de connotaciones que buscaban evocar sentimientos morales y sensaciones mediante la selección de determinados alimentos o según la manera de presentarlos. Osias Beert I formó parte de este grupo de artistas y fue el impulsor de los llamados “bodegones de desayuno”.
Bodegón con cacharros (hacia 1650) de Francisco de Zurbarán
Zurbarán pintó pocas naturalezas muertas, pero suyas son algunas de las que mayor calidad ofrecen. En esta, recrea cuatro recipientes, uno metálico y tres de barro, junto a dos bandejas también de metal, ejecutando así una composición sencilla en la que la luz se convierte en la protagonista del lienzo al individualizar cada objeto. A pesar de que lo habitual en su época era la búsqueda de un segundo significado, Zurbarán pretende principalmente el deleite visual, evitando en su obra otro tipo de alusiones.
Bodegón con costillas y cabeza de cordero (1808- 1812) de Francisco de Goya
Esta pieza pertenece a la serie de doce bodegones que Goya creó hacia 1806- 1812. Desposeídos del carácter tradicional de la exhibición de trofeos de caza, se ha estimado que sugieren los trágicos episodios de muerte y violencia ocurridos en España durante la Guerra de la Independencia, adelantando la dureza de los Desastres (1810- 1815). En ellos, los cuerpos aislados de los animales son rescatados del fondo neutro por la luz. Y, a través de una crudeza sin paliativos, Goya equipara la carne de los animales, inerte y abandonada, con los cuerpos de las víctimas, mutilados y despojados de su dignidad.
Objetos para un rato de ocio (1879) de William Harnett
Pipas y periódicos son de los elementos que más se repiten en los bodegones del americano William Harnett, maestro del trampantojo. En esta ocasión, confeccionó una vanitas sustituyendo los componentes típicos de estas creaciones, como calaveras, relojes o monedas, por cerillas apagadas, un periódico atrasado y una pipa humeante. Todo ello distribuido de manera inestable y desordenada con el fin de desestimar la riqueza material e insinuar la fugacidad de la vida.
Los girasoles (1888) de Vincent van Gogh
Van Gogh realizó su famosa serie floral en 1888. En ese año, abandonó París para pintar el radiante sol del sur de Francia, en Arles, e invitó a Paul Gauguin a reunirse con él. El holandés, que siempre se sintió atraído por los girasoles y por el color amarillo, pintó algunos de sus girasoles durante la espera para decorar la habitación de su amigo, como símbolo de amistad y bienvenida. Una de esas pinturas es la que hemos seleccionado y en la que el gualdo luce más brillante.
Bodegón con cebollas (1896- 1898) de Paul Cézanne
Al igual que el paisaje, la naturaleza muerta fue para Cézanne el medio idóneo para investigar y analizar las estructuras de la realidad. En ellos, exploraba con mayor libertad el volumen, el espacio o las incidencias de la luz sobre las formas. En este, en particular, vemos como la botella o el friso del mueble se muestran frontalmente, mientras que la perspectiva de la encimera de la mesa está más realzada. Por lo que, en la misma composición, los elementos han sido desarrollados desde varios puntos de vista. Cézanne establecía aquí un sistema de representación novedoso que profundizaría más adelante y que abría el camino al cubismo.
¡Sigue disfrutando de las posibilidades del bodegón en nuestra colección!
sin palabras..felicitaciones y gracias..Erico