El cuerpo humano como arquitectura del pensamiento. Es la propuesta del pintor David Agenjo (Madrid, 1977), cuyos desnudos expresan la complejidad de los sentimientos y emociones: la delicadeza de la condición humana, en apariencia fuerte, pero solo en apariencia.
Agenjo pinta desde la infancia, por la necesidad de representar lo que ve y lo que siente, según ha dicho en alguna ocasión. Utiliza sobre todo acrílicos, pero añade una variedad de materiales al lienzo: cinta de rejilla, bolsas de plástico, fibra de vidrio… para crear esta textura orgánica que caracteriza sus cuadros.
Los cuerpos que pinta están contorsionados en posiciones de tensión, un recurso que le permite expresar las emociones, a través de una anatomía tan realista que deja apreciar las venas bajo la piel.
Sus figuras están cubiertas por escamas de color, que son como los vestidos que usamos para mostrar nuestra propia identidad. Aunque también para ocultarla. Como disfraces o corazas.
Agenjo despoja a sus modelos de todo lo anecdótico. Sus rostros y sus manos, trenzadas como enredaderas, se convierten en metáforas de los miedos y deseos que entretejen nuestras vidas interiores.
Pinta con tonalidades vivas, alegres, en una paleta que sirve de punto de inicio para la obra anterior. Incluso aprovecha los lienzos que emplea para mezclar sus colores como base de su siguiente trabajo. La noción de lo orgánico también en la serialización de la producción artística.
Agenjo vive en Londres, donde ha expuesto su obra en muchas ocasiones. También en lugares como Dubái y Nueva York. Tras sus inicios en el diseño gráfico, decidió dedicarse por completo a la pintura, en un estilo que ha sido definido como impresionismo moderno. Recuerda por momentos al Bacon que dejaba deslizar sus óleos por el lienzo en chorros verticales de pintura. Lágrimas de ese interior sensible, que Agenjo también reconoce en el ser humano.
Todas las obras de David Agenjo en davidagenjo.artelista.com
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