No existe ninguna obra sin su pintor y no existe ningún pintor sin su pincel. Comencemos, si se nos permite, con esta obviedad. Una vez terminada la obra, los colores sobreviven en los lienzos y allí siguen siendo los protagonistas, en cambio, el vehículo de transmisión, la herramienta que materializa las formas imaginadas, expresando con sus movimientos las destrezas del artista, es el pincel. Aquel que es cómplice, que presta su fiel servicio y después calla ante el éxito y calla también ante el fracaso de lo reproducido, es un instrumento vital para pintor. Abordemos, pues, algunas consideraciones respecto a su elección y merecido cuidado.
No exageramos al asegurar que el pincel es una de las herramientas más antiguas ideadas por el hombre. El estudio de su gestación nos ofrece testimonio prehistórico de unos primeros acercamientos confeccionados con tallos de plantas deshilachados, y ya durante el período Paleolítico tenemos constancia del uso de plumas de ave y mechones de pelo para los dibujos rupestres. Sabemos asimismo que en las pinturas de mural y sobre maderas egipcias, griegas y romanas, se empleaba junto al «cauterium» y el «caestum», espátulas usadas por los pintores en encáustico, el «penicillus», nombre latino del que deriva nuestra palabra pincel.
Conocemos, por otro lado, que los escribas y pintores de Irán, India y China usaron desde muy pronto el pincel. Sin ir más lejos, los pinceles chinos de bambú, que son empleados todavía hoy, no han variado significativamente su construcción ni su forma con el paso de los siglos. Avanzado el XVII, el aprendiz de pintor de los talleres europeos aún aprendía a atar sus propios pinceles al mismo tiempo que se le enseñaba a moler los pigmentos.
Y no sería hasta unos pocos años más tarde cuando aparecieron las primeras manufacturas de pinceles para pintura. Debemos situamos a finales del siglo XVIII para encontrar al pintor europeo utilizando pinceles que no había fabricado él mismo sino que había comprado a un artesano. Aparecía de esta forma un nuevo oficio, el de fabricante de pinceles, ahora con su propio taller, como consecuencia de la especialización y racionalización tendente a la división del trabajo.
La principal función del pincel es almacenar una cierta cantidad de pintura y permitir extenderla de la forma deseada, preferiblemente afilada, en el caso de la pintura al óleo, o ancha y difuminada como sucede frecuentemente en la acuarela. El modo en que un pincel lleva a cabo estas tareas depende evidentemente del tipo y calidad del material así como de las propiedades de las pinturas utilizadas.
Este cometido principal de capacidad de almacenaje será tanto mejor cuanto más largas sean las cerdas o los pelos y cuanto más micro rugosa sea la estructura superficial de las mismas. Puesto que la pintura asciende y permanece entre los capilares y fluye hacía abajo mediante presión en contacto con la superficie, es comprensible que la superficie rugosa de cerdas y pelos naturales sea más idónea que la superficie lisa de los materiales sintéticos.
Biológicamente no existe diferencia entre pelos y cerdas. sólo el lenguaje cotidiano denomina a los pelos duros de los cerdos y los jabalíes «cerdas». Las cerdas naturales se caracterizan por ser más anchas en la raíz que en la punta, teniendo esta última una ramificación muy útil que se intenta conservar durante su tratamiento, ya que es ella la que contribuye en gran medida a que se puedan aplicar los colores de manera uniforme y sin estrías.
En cuanto a los pelos, al igual que las cerdas, no son exactamente cilíndricos sino que tienen una forma ligeramente cónica. No poseen, en cambio, y esta es su principal diferencia, una ramificación en su extremo sino que acaban en una punta fina. Por su parte, las fibras sintéticas más utilizadas en la fabricación de pinceles, cilíndricas en su naturaleza, son las confeccionadas con fibras poliamidas, mejor conocidas por su nombre comercial de Nylon o Perlon.
Atendamos brevemente al tipo de material utilizado en la elaboración de pinceles. Empecemos por los pelos. Los más valiosos para su fabricación proceden de la marta roja, cuya piel, llamada por los cazadores con el término «kolinski», denominación exótica que también han adoptado los fabricantes para la comercialización de dichos pinceles. Estos pelos tienen la característica de ser muy elásticos y resistentes a la tracción y discurren formando una punta muy fina que permite un trazo muy preciso.
Son los más caros, pero sin duda insustituibles por su calidad. Conviene en este punto recordar que una impresión dorada sobre el mango con la leyenda «auténtico kolinski superextra», no convierte una mezcla de pelo de marta, de comadreja y de oreja de vacuno en un pincel de calidad superior. En un rango algo inferior, encontraríamos los pelos de turón común, que permiten una calidad aceptable para óleos y acuarelas; los de oreja de vacuno, de punta larga y que suelen teñirse en un intento de imitar los pelos de marta; los pelos de ardilla gris, especialmente de la siberiana o canadiense, también finos pero menos elásticos y utilizados en calidad medias más sencillas; y los pelos de pony, baratos y fáciles de adquirir y que se utilizan en gamas bajas para acuarelas y pinceles escolares.
En cuanto a los pinceles de cerdas, las mejores y más conocidas son las del cerdo proveniente de China y Rusia, entre las que la «cerda Chunking», procedente de este lugar, se ha convertido prácticamente en una denominación de calidad. La cerda negra se utiliza para la fabricación de pinceles bastos, mientras que la blanca se utiliza para pinceles de artista. Una curiosidad a propósito de este material es que cuanto mayor es la longevidad del cerdo y más baja haya sido la temperatura de su hábitat, mayor es su elasticidad. Si bien es cierto, no obstante, que la mayoría de cerdas no se utilizan para fabricación de pinceles sino para elaboración de brochas y lacas. En un nivel muy inferior encontraríamos, como ya hemos comentado, los pinceles de material sintético cuya única ventaja sea tal vez su facilidad a la hora de ser limpiados, incluso cuando los colores y acrílicos están secos debido a su superficie lisa.
Y acabemos este breve recorrido por el pincel con algunos consejos a la hora de su adquisición. Convendría a este respecto acceder a la mayor calidad de estos siempre y cuando sea posible, pues la diferencia entre la utilización, por ejemplo, de un pincel barato y uno de pelo de marta dan resultados completamente distintos incluso en las mismas manos de un avezado pintor. Por tanto, utilice la máxima del ahorro no los materiales sino en el meticuloso cuidado cuidado de los mismos.
Son aspectos básicos pero a tener siempre en cuenta los siguientes: no dejar nunca que la pintura se seque en el pincel, no apoyarlos ni dejarlos descansar sobre las cercas o pelos, limpiarlos concienzudamente hasta que el agua empleada quede limpia, no dejar los pinceles para óleo dentro del aceite de trementina o gasolina de prueba, ya que estos disolventes eliminan los excesos de grasa de las cerdas y los vuelven quebradizos. Del mismo modo conviene limpiar los pinceles para acuarela y peinar cuidadosamente las puntas. Seguir estos consejos prolongará la vida de su principal compañero para desarrollar la labor como pintor: el pincel.
Muy interesante, los estudiantes e interesados en el oficio de pintar necesitan saber esta historia y diferencias en lo que hoy en dia es una herramienta a la que se da muy poca valor y de la que se desconocen diferencias y antecedentes. Creo que seria interesantisimo despues de este tema, si me permite sugerirlo, abordar el modo de como los artistas medievales construian su pinceles y montaban sus lienzos. Felicidades a la autora Adriana.
importantisimo ya que de ahi es el origen de una obra de arte de la mano con el artisia y lienzo pintura pincel y artista