Les voy a proponer un juego. No tiene reglas. No hay limitación de tiempo. No tiene restricción de participantes. Tampoco se requieren dados, ni cartas, ni marcador. En realidad, sólo se precisa un tablero. Tal vez, siquiera eso. Podríamos llamarlo mapa. Podríamos, si es cuestión de ponerse exquisitos, llamarlo lienzo. Pero insisto, juguemos, les invito. Perdámonos dentro de un cuadro de Camplá Livesey y veamos hacia dónde nos lleva.
Tomemos como partida su obra Contrapunto, aunque nos valdría cualquiera de ellas. Y observemos la etiqueta: expresionismo abstracto con “leves toques surrealistas”. El juego comienza con esta pista de la cual deducimos que, durante el recorrido, no vamos a encontrar figuraciones ni jerarquías, no vamos a tropezar con nada que tenga una apariencia real. El trazado está lleno de violentos pero firmes y decididos giros, los colores son esencialmente primarios, el equilibrio se nos ofrece precisamente en sus contrastes. Tenemos pues la primera clave: nuestro juego se desarrolla en el seno de un conflicto interior.
A consecuencia, las formas ganan o pierden su peso en la medida de su carga psicológica. No es de extrañar que el propio pintor aconseje la contemplación de sus obras como si se tratase de un test de Rorschach. Camplá Livesey pretende con ello lo que sin duda busca todo buen artista, desafiarte a interpretar, enfrentarte como jugador a una reconstrucción, la de la narración de tu propia partida a través de los retazos dispersos de una partida ya jugada, y muy probablemente perdida, por el propio artista. Este es el juego. Y hasta tal punto el pintor quiere libertad de movimientos para nuestra forma de mirar que la plasmación de las pinturas en sus telas raramente se produce a través del pincel. Ni tan sólo en los títulos de sus obras desea el artista chileno predeterminarnos más de lo necesario.
Su incursión en el arte pictórico tras haber ejercido como diseñador y director creativo en algunas de las principales agencias de publicidad, es una consecuencia lógica de quien demuestra con maestría y sin secretos el manejo de la imagen visual. En el atractivo de sus composiciones no existe atisbo de duda. El manejo es palpable en la conceptualización de las ideas. En la necesidad de impacto. Sus obras transmiten esa atracción hipnótica de hacernos descifrar entre las formas las intimidad de nuestro miedo y la capacidad de nuestro deseo. Son fiel traducción a imagen de nuestras pulsiones internas. Y ése es en definitiva el juego.
Asegura Camplá que su mayor pretensión cuando se enfrenta a una tela es conseguir que la mano le gane la partida a la cabeza. El pintor procura no pensar, consiguiendo de esta manera que de su inconsciente brote la creación en el estado más puro posible. Si bien es cierto por otro lado que, debido a su ya comentada trayectoria, Camplá es capaz de hacer esto con naturalidad, y a fe que no es sencillo, debido en buena parte a tener ya interiorizadas las reglas de la estética.
Entre sus logros más destacados como profesional visual se cuentan el desarrollo de cientos de logotipos e identidades corporativas completas. El artista ha trabajado en conjunto con afamados estudios internacionales de diseño como el de Ettore Zottsass, fundadores del movimiento Memphis, o el de Marco Zanini, entre otros. Tras esta amplia experiencia, fundaría en Chile su propia agencia de publicidad y varias empresas relacionadas, basando su escuela en principios propios del movimiento Bauhaus. Hasta llegar a dedicarse hoy en día y por completo a la pintura.
En Septiembre de 2013, fue elegido ganador del 8° Showcase de Artslant de Nueva York, premio otorgado por un jurado internacional de primer nivel mundial. En Agosto del 2014, el pintor fue elegido como Artista Visionario por la prestigiosa revista europea Vision. La publicación, una de las mejores en el mundo del arte, publicó un reportaje de 12 páginas sobre su vida y su obra.
¡Descubre más sobre Camplá Livesey aquí!
Trackbacks / Pingbacks