Las wunderkammern o cuartos de maravillas y los gabinetes de historia natural fueron dos de los espacios coleccionistas por excelencia de los siglos XVI – XVII en el centro de Europa. Estos espacios se caracterizaban por exponer una ingente cantidad de objetos tanto artísticos como naturales pero con un marcado carácter exótico. Estos objetos procedían en gran parte de las exploraciones que las potencias europeas llevaban a cabo alrededor del mundo; cabe tener en cuenta que hacía relativamente poco tiempo que se había descubierto América y el interés por civilizaciones hasta entonces desconocidas provocó la formación de estas colecciones.
Como habíamos visto previamente en la Historia del Coleccionismo (I) en la Edad Media, ya era típico entonces coleccionar objetos exóticos como los cuernos de unicornio. Este interés por los objetos fantásticos no desapareció durante el Renacimiento ni épocas posteriores, sino que perduró y convivió con el reciente interés por el estudio de la naturaleza, en un sentido más científico y racional. Por lo tanto, nos encontramos en una época en la que la
curiosidad y el interés por el estudio científico de la naturaleza no se contrapone de ninguna manera al interés por todo aquello fantástico y maravilloso procedente del imaginario colectivo, como lo son, desde un punto de vista racional, los unicornios y los dragones. Sirenas, grifos, gigantes, y otras criaturas fantásticas aparecen ilustradas en los bestiarios de la época como si realmente existieran, porqué se creía que podían descubrirse explorando aquellas tierras hasta entonces desconocidas.
La figura de Rodolfo II (1552 – 1612), Emperador del Sacro Imperio Germánico, es vital para entender el espacio coleccionista de las wunderkammern y el interés por dichos objetos fantásticos, exóticos, únicos y, generalmente, realizados con materiales preciosos. Fue un intelectual de su tiempo y sentía muchísimo interés por la astronomía y la astrología, y hasta se dice que
coleccionó objetos relacionados con la magia negra. Acogió en su corte a los astrónomos Tycho Brahe y Johannes Kepler quienes trabajaron para él.
Rodolfo II también poseía un fuerte interés artístico y llenó la corte de Praga de grandes artistas como Giuseppe Arcimboldo, Bartolomeus Spranger o Hans von Aachen. También coleccionó obras de Rafael, Correggio y Brueghel el Viejo, entre muchos otros.
Fernando II de Austria (1529 – 1595) también creó una wunderkammern en el Castillo de Ambras en el Tirol. Tenía un espacio dedicado a los pájaros y tiburones disecados, salamandras y una cornamenta de ciervo fosilizada con un árbol. Predomina el gusto por la rareza y se dice que en el castillo vivía gente con deformidades (gigantes y enanos) y enfermedades extrañas como una que causaba una gran abundancia de pelo por todo el cuerpo (Hipertricosis o síndrome del hombre lobo). También tenía un gran interés por los artefactos mecanizados como los relojes y los autómatas.
Los Gabinetes de Historia Natural se parecían a las wunderkammern pero eran ligeramente distintos. En los gabinetes predomina la presencia de objetos naturales sin la suntuosidad palatina, es decir, sin la abundancia de materiales preciosos ni de trabajos tan exquisitos. Prima el carácter científico y el interés en el estudio de la naturaleza. Se ha conservado mucha información acerca de como eran y qué contenían estos gabinetes puesto que muchos de sus creadores decidieron publicar sus respectivos catálogos con un exhaustivo inventario de aquellas piezas que poseían así como grabados que las ilustraban. Este hecho es muy relevante porqué pone de manifiesto que estos pequeños museos se elaboraban con fines científicos y divulgativos.
Se formaron interesantes colecciones en los gabinetes de historia natural como las de Ulisse Aldrovandi, Ferrante Imparato y Manfredo Settala en Italia, aunque una de las más relevantes sería el Museo Calceolarium de Francesco Calzolari (1522-1600).
Calzolari fue un farmacéutico de Verona que consiguió juntar una enorme colección de objetos naturales y algunos de artísticos. Como podemos ver en el grabado superior, su gabinete se encontraba en un estado de Horror vacui completo, con objetos colgando del techo y con los cajones llenos.
Otro de los gabinetes más espectaculares de la época fue el del médico danés Ole Worm. Se dedicó a recoger objetos naturales para poder complementar las clases que daba en la universidad con la visita a su propio gabinete, muestra de ello es que identificó cada uno de los objetos con un letrero. Lo más destacable fue el interés por aquellos animales y objetos propios de los países nórdicos. Como podemos ver en el siguiente grabado, Worm tenía en su gabinete, un kayak, un oso polar y un pingüino. También fue el primero en negar la existencia de los unicornios y de atribuir ese cuerno al narval.
Después de haber conocido los cuatro espacios coleccionistas por excelencia del s. XVI y gran parte del XVII, el cortile, la galería, las wunderkammern y los gabinetes de historia natural; pasamos a descubrir el espacio que culminará esta tradición y precederá a las grandes colecciones reales europeas y a los museos modernos: el gabinete de pintura.
Trackbacks / Pingbacks