Habiendo conocido el espacio coleccionista por excelencia de inicios del Renacimiento, el studiolo, procedemos a ver aquellos dos espacios típicos del s. XVI: el Cortile arqueológico y la Galería. La tipología arqueológica del Cortile surge en la Roma del s. XVI a causa de la gran cantidad de restos arqueológicos que se estaban desenterrando. Estos fragmentos arquitectónicos y esculturas de la clásica Roma se exponían en espacios al aire libre, tanto públicos como privados, llamados cortile.
El papa Julio II de la Rovere (1443 – 1513) le encargó a Bramante la construcción de un palacio que uniera el Vaticano con la Villa del Belvedere. El resultado fue que entre ambos complejos surgió el Patio o Cortile del Belvedere, precursor de este género. Julio II mandó trasladar allí su colección de esculturas clásicas, entre las que se encontraban el Apolo del Belvedere y la Venus Félix.
Desde el Vaticano se promovieron las excavaciones para desenterrar más obras de la clásica Roma y se fueron añadiendo al Cortile, que acabó reuniendo una considerable colección que hoy en día es el núcleo más relevante de los Museos Vaticanos. A las obras iniciales, se añadieron el Laocoonte, el Torso Belvedere, la Venus Cnidia de Praxíteles y la Ariadna dormida, entre muchas otras.
El Cortile del Belvedere fue el más impresionante de la época, pero existieron muchos más repartidos por Roma y en las villas de las grandes familias aristocráticas. Por ejemplo, los Médici tenían una colección de restos romanos muy interesantes y querían que esas piezas que tenían expuestas pudieran tener una función pedagógica así que organizaron una academia de escultura de la cual fue alumno Miguel Ángel.
La Galería como espacio coleccionista aparece en el s. XVI y difiere del concepto actual del término, entendido como un espacio en el que se exponen obras para que sean vendidas. Por aquel entonces, se trataba de un espacio arquitectónico que consistía en un pasadizo estrecho y largo con aperturas en uno o ambos lados y que servía para comunicar dos partes de un mismo conjunto arquitectónico. Podía servir, por ejemplo, para unir las habitaciones de un palacio con la capilla.
Una de las primeras en construirse fue la Galería de Fontainebleau (1528 – 1540), que comunicaba dos zonas del palacio y estaba decorada con frescos de Rosso Fiorentino. Poco a poco esta tipología se fue extendiendo, especialmente por Italia, y nos encontramos con interesantes ejemplos como la Galería de los Mapas (1580), que unía el Vaticano con la Villa del Belvedere, y la Galería de los Uffizi (1588), que como su nombre indica, eran unas oficinas, pero que contaban con pequeñas esculturas que la decoraban. Hoy en día es uno de los museos más interesantes del mundo.
Inicialmente, las galerías no se concebían como un espacio en el que exponer obras de arte, sino que realizaban una función meramente arquitectónica, comunicar dos puntos. Con el tiempo se acabarán considerando espacios adecuados para la exposición de cuadros y nacerá la galería pictórica, un espacio coleccionista específico. Una de las primeras galerías pictóricas propiamente dichas fue la del Palacio Colonna en Roma (1670).
Nos encontramos con que la decoración es movible, es decir, se trata de cuadros que pueden ser redistribuidos. También es importante el hecho de que hoy en día sigue en manos privadas, y eso nos permite observar como era este espacio en esencia puesto que ha sufrido pocos cambios.
El fenómeno de las galerías culminaría con la realización de la Galería de los Espejos de Versalles (1690), aunque no se trataría de un espacio puramente coleccionista, sino que podría considerarse un espacio más ceremonial, en el cual se celebraban bailes en presencia de Luís XIV, el Rey Sol.
En el siguiente capítulo trataremos otros dos espacios coleccionistas, las wunderkammern y los gabientes de historia natural, que durante esta época se complementarán con los descubiertos en esta publicación.
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