El neoclasicismo europeo nos legó grandes obras en todas las ramas de las artes aunque, quizás, recordemos más unas que otras. Puede que al lector advierta que en este artículo solamente hemos añadido a mujeres. No ha sido deliberado. Estas sobresalientes mujeres no solo no necesitan tener una sección aparte en la historia del arte sino que son la genialidad a pesar de que se trate de velar sus logros asumiendo que obtuvieron ayuda (realmente no hay un solo artista que no tuviera mecenas, acólitos o familiares influyentes). Su arte trascendió y, a día de hoy, son consideradas tres de los referentes imprescindibles del siglo XVIII.
Las artistas del siglo XVIII que no fueron musas, sino genialidad
Hemos seleccionado a tres artistas que encarnan tanto la escultura como la pintura y el retrato. Puede que no conocieras los nombres de estas artistas hasta la fecha pero te aseguramos que alguna vez viste sus obras, en algún lugar.
Angelika Kauffmann, la pintora de las composiciones «alegres»
Esta pintora formada en las artes desde bien joven, fue una artista pragmática dotada de una gran habilidad para la composición y de una disciplina que le granjeó un nombre en la Inglaterra del siglo XVIII. Sus obras fueron reconocidas como «alegres» y se dijo de ella que las figuras masculinas eran, más bien, mujeres masculinizadas, lo cual es gracioso porque, ahora que lo decimos, casi todos los hombres pintores tuvieron el mismo defecto a la inversa hasta bien entrado el siglo XIX.
La obra de la pintora de la historia
En fin, aunque pasó toda su vida pintando, lo cierto es que solo algunas obras llegaron al gran público. Es el caso de Anna Von Escher Van Muralt, pintura que se puede disfrutar en el Museo del Prado (1800) o Ariadna abandonada por Teseo que se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Houston (esta es algo anterior, del año 1774). También se merece una mención su Venus convence a Helena de ir con Paris (1790).
Goethe y la última despedida
Quizás, quienes mejor acogieron a esta artista suizo-austriaca que vivió en Londres parte de su juventud, fueran los italianos, quienes supieron valorar su arte hasta tal punto de que el mismísimo Goethe la valoró como la artista más persistente e incansablemente trabajadora que jamás había visto.
Fue, de hecho, enterrada con los honores que se conferían a los artistas al estilo de cómo se hiciera con el genio Rafael. Pero el paso del tiempo no trajo consigo ningún reconocimiento póstumo mayor para esta gran artista. Muy al contrario, su obra ha sido expuesta en las galerías de medio mundo sin que nadie tenga conocimiento de sus logros y sin que la mayor parte de la población la reconozca.
Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun, la inquilina de Versalles
Madame Lebrun siempre supo que quería ser pintora. Desde el momento en el que su padre Louis le enseñó uno de sus retratos en el estudio del hogar paterno. Como sucede con los pintores neoclásicos, no existen las causalidades y, a menudo, si se era mujer y se quería ser algo más que carne de matrimonio, se debía contar con un padre que no quisiera rodearse de mujeres, sino de artistas. Así fue como Vigée-Lebrun tuvo la oportunidad de alejarse del común destino de las damas de la clase aristócrata de finales del siglo XVIII.
La artista que inmortalizó a toda la realeza francesa
No tardó en adquirir cierta fama y eso le granjeó la oportunidad de que otra mujer nada convencional le invitara a su hogar para que realizara algunos retratos de ella. Se trataba de la reina Maria Antonieta. Esta excesiva mujer tomó simpatía por la indómita Lebrun, quién terminó por hacer retratos de todos los miembros de la Familia Real. No fueron los únicos en ser plasmados en sus retratos. Otras grandes figuras de su tiempo como Catalina la Grande o Lord Byron quedarían inmortalizadas por la dama del retrato.
Lebrun, la mejor artista del siglo XVIII
El reconocimiento que obtuvo en Francia le otorgó la oportunidad de unirse a las principales Academias del país y, de hecho, actualmente está considerada como la pintora más importante del siglo XVIII. La vida de esta artista que, a menudo, trató de ser boicoteada, no dejó de ser un reflejo de ella misma; una mujer independiente y libre a la que poco le importaron las agridulces circunstancias sociopolíticas de su época. Ella sobrevivió y solo en el momento de su muerte dejó de pintar.
La dama de la escultura, Roldana
Mientras Francia e Italia se encontraban en plena era neoclásica, el barroco tardío permanecía en España. Es imposible mencionar a Roldana sin hablar de su padre; Pedro Roldán. Considerada desde hace relativamente poco una artista igual de relevante que su progenitor, ha pasado de la oscuridad a la luz después de numerosas críticas que le atribuían su obra a su padre.
Un sistema creativo para una escultora sobresaliente
De hecho, se casó a los 19 años con el propósito de independizarse y crecer por su cuenta. En cierto modo, la alumna estaba superando al maestro y, ya se sabe, el maestro cuando es el padre no suele llevar bien que su vástago le supere. ¡Imaginaos si este es mujer! Por supuesto, los problemas le acecharon durante los primeros años de independencia artística y recibía pocos (por no decir ningún) encargo importante. Fue entonces que la creatividad tomó la forma del barro. Este fue el material que eligió para competir con su progenitor. Y le salió bien. En 1686 su fama ya había recorrido toda la provincia gaditana y la catedral de Cádiz le encargó diversas esculturas.
Su obra está totalmente influida por la escuela sevillana de la época, especialmente sus primeras obras. Sin embargo, contó con una vida compleja que le permitió crear obras tan dispares como El descanso en la huida de Egipto (Barcelona, Colección del Conde Güell) o San Miguel (situado en el Royal Ontario Museum en Toronto).
De la Escultora Real a la orgullosa miseria
Así pues, el taller de los Roldanes influiría a artistas posteriores y, concretamente, la Roldana sería la inspiración para el escultor Pedro Duque Cornejo, José Montes de Oca y Cristóbal Ramos, entre otros. No sin razón llegó a ser la escultora real en Madrid hasta que la difícil situación económica la llevó a ella y a su familia a vivir en la miseria hasta el día de su muerte mientras su padre continuaba trabajando en Cádiz.
¿Por qué no regresó a su ciudad natal? Eso solo lo saben el padre y la hija pero lo cierto es que tuvo mucho que ver los celos de su padre aderezados con la negativa de casarse con quién ella quería que les había llevado a los tribunales. De cualquier modo, ella nunca se rebajaría a regresar a Cádiz así que poco después de cumplir los 52 años, murió víctima de las condiciones miserables en las que había vivido durante los últimos años de su vida.
¿Conocías la biografía de estas geniales artistas del siglo XVIII? Si tienes algo que añadir no dudes en comentarlo. Si te has quedado con ganas de conocer a más mujeres que revolucionaron la historia del arte deberías conocer a Gertrude Stein. También puedes descubrir más acerca de la relación perfecta entre el cine y el arte.
ratas estafadores
Sin duda muy buenos artistas del sigo XVIII. Muchas gracias por compartir el contenido, saludos