Dos rodajas de fruta que caen en el líquido que alberga un vaso generando burbujas y gotas que son lanzadas hacia arriba. El reflejo en una sencilla superficie de cristal y un fondo opaco. Y arriba a la izquierda, la firma de Miguel Ángel Núñez, uno de los grandes bodegonistas de nuestro tiempo. El cuadro se llama Gin-tonic III. No es ni más ni menos que eso: un cóctel. Pero las sensaciones que transmite la obra, más allá de la exquisita captación de un objeto real, son efervescentes: es la celebración de los pequeños placeres de la vida, es el milagro del bodegón.
Como milagroso se antoja Copa I, otra pequeña genialidad del pintor uruguayo, otra naturaleza muerta muy viva. ¿Por qué algunos de los bodegones de Núñez nos resultan tan estimulantes? Para empezar, por el uso de un recurso aparentemente sencillo pero que dificulta la composición: captar el objeto en movimiento.
En este caso, el vino cae de la botella a la copa que está milagrosamente inclinada. El impacto del vino en el vidrio despierta toda una serie de sensaciones en el espectador que no necesita ni el paladar ni el olfato para degustar esa copa: es el estremecimiento físico que se produce inmediatamente antes de la consecución de un placer. Eso es justamente lo que logra un cuadro como Copa I: estremecer por la vía rápida, saltándose el cerebro y apelando directamente a nuestro deseo.
Pero una obra como Copa I, al igual que la mayor parte de producción de Miguel Ángel Núñez, tiene un segundo nivel de gozo. Tras el primer e inmediato impacto sensorial llega un segundo efecto más tímido pero también más duradero: es el impacto estético. Cuando el ojo del espectador va recorriendo con más calma todos los elementos que forman la obra descubre, por ejemplo, el reflejo de unas ventanas en la copa. Es un día claro, radiante y hay hasta quien ve el mar al fondo.
La precisión técnica de Miguel Ángel Núñez, además de su habilidad para escoger motivos apetitosos para la mayoría de sus bodegones, es su gran virtud. Son muchos años de aprendizaje al lado de varios de grandes maestros de la pintura uruguaya con los que entró en contacto en su Maldonado natal. Manolo Lima, Carlos María Tonelli o Gustavo Alamón prendieron en el joven Miguel Ángel un amor por el oficio de pintor y por el objeto como motivo esencial de su obra.
A pesar de que en la producción de Núñez encontramos obras de distinto género, ya sea el retrato o el revival surrealista, el artista nacido en Maldonado en 1966 abrazó el bodegón como su forma definitiva de expresión. A día de hoy, sus bodegones están representados en museos y colecciones privadas de tres continentes, habiendo llegado ya a países como China o Japón.
¿Y por qué el dichoso bodegón? Fue considerado durante siglos un género menor, indicado para artistas en formación, una forma de poner en práctica los conocimientos sobre la copia del natural. Y no cabe duda de que el bodegón es buen entrenamiento. Tras convertirse en un género de relevancia durante el Barroco —en España, artistas como Velázquez o Zurbarán llevaron el género a otra dimensión— volvió a ser arrinconado por otros géneros considerados más intelectuales.
Pero en pleno siglo XXI poco importan ya estos debates sobre artes menores y mayores. Desde que Warhol se hiciera millonario pintando latas de sopas Campbell, cualquier duda sobre la validez artística de una naturaleza muerta ha quedado fuera de juego. Una lata aplastada de Heineken puede no ser artística… hasta que pasa al lienzo de Miguel Ángel Núñez. Aunque la lata que sirvió de modelo para el pintor uruguayo caduca en noviembre de 2017, el lienzo no tiene fecha de caducidad mientras haya un espectador estremecido ante la genialidad técnica del artista.
Si Composición con tres cerezas tiene un aire barroquizante por el fondo y la elección de una luz más cálida, Wilson nos devuelve a la actualidad: las sombras de los leves pliegues de la gorra de tenis están deliciosamente captadas mientras que los reflejos en las gafas vuelven a certificar la maestría del artista.
A pesar de que nunca hemos creído demasiado en los símbolos atribuidos a los elementos que forman parte de los bodegones, Miguel Ángel Núñez se permite un homenaje metafórico en su preciosa Composición en Azul y Rosa. Sin perder un ápice su estilo, Núñez rinde tributo a dos de las etapas más relevantes de Picasso de forma más que original.
Te invitamos a visitar la galería de Miguel Ángel Núñez en Artelista.
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