El fenómeno coleccionista en la Italia del siglo XV no puede entenderse sin el espacio que contiene esas colecciones: el studiolo. Esta tipología de espacio privado aparece junto con el nacimiento de la cultura humanista y consistía en una habitación reservada para el señor de la casa donde se retiraba a leer y meditar. Este recogimiento intelectual viene influenciado por la figura del pensador humanista, como la de Francesco Petrarca (1304 – 1374), un hombre que se debe al ocio y que dedica su vida a reflexionar acerca del ideal de vida humanista. La siguiente obra ilustra lo que se podía entender por un studiolo, destacando la actitud meditativa del representado.
El studiolo era el espacio en el que el señor de la casa podía retirarse a meditar y guardaba sus documentos y títulos, así como pinturas de pequeño formato, objetos de orfebrería y, especialmente, libros. La gran mayoría de palacios de la época contaban con un espacio de estas características, y quedó constancia de que en el studiolo de Lorenzo de Médici (1449 – 1492) se encontraron más de 200 monedas, medallas, objetos de historia natural, un cuerno de unicornio y pequeñas obras de arte antiguas. También hubo muchos papas que decidieron construirse espacios con características parecidas al studiolo dentro del Vaticano, como Nicolás V (1397 – 1455) o Paulo II (1417 – 1471).
Durante el Renacimiento tuvo lugar un gran florecimiento de las artes gracias al mecenazgo de las grandes familias aristocráticas italianas, de entre las que destaca la familia Médici de Florencia, quienes patrocinaron a grandes maestros como Miguel Ángel, Donatello o Fra Angelico, entre muchos otros. Pero no fueron los únicos, puesto que este patrocinio artístico se dio en todas las grandes ciudades italianas, pudiendo destacar las figuras de Federico de Montefeltro, duque de Urbino (1422 – 1482) y Isabella d’Este, duquesa de Mantua (1474 – 1539).
Federico de Montefeltro fue hijo ilegítimo del anterior conde de Urbino, pero le concedieron una formación humanista en Venecia y Mantua. Cuando vuelve a Urbino, muere su padre y después de una conjura para asesinar al hijo legítimo y heredero, acaban nombrándole conde de Urbino. Federico consiguió que la pequeña Urbino se convirtiera en una potencia militar al servicio del mejor postor, destacando su colaboración con el Papado, que le concedió el título de duque de Urbino. Recientemente se ha tenido constancia de que también fue parte instigadora en la Conjura de los Pazzi (1478) que pretendió acabar con el gobierno Médici en la ciudad de Florencia.
El duque de Urbino no se limitó exclusivamente a la vida militar, sino que consiguió juntar una colección considerable de libros y se esforzó en mantener una imagen de intelectual humanista. Para ello, se hacía representar por grandes artistas, como Pedro Berruguete, leyendo y meditando en su studiolo. Esta habitación no era de gran tamaño, pero estaba completamente decorada con motivos artísticos y científicos, destacando los 28 retratos de hombres ilustres de la antigüedad y del momento que colgaban de la parte superior de las paredes.
En este enlace se puede ver una interesante reconstrucción de como era este espacio.
Otra de las cortes humanistas de este período fue la de Mantua, gobernada por la familia Gonzaga. Isabella d’Este, hija de los duques de Ferrara fue casada de muy joven con el marqués de Mantua, Francesco II Gonzaga, quién moriría cuando ella aún era joven. Esta situación de viudez la mantuvo alejada de la vida política, por lo que pudo dedicarse enteramente a las artes, su verdadera pasión.
Isabella d’Este fue una de las aristócratas más cultas del Renacimiento y organizó a lo largo de su vida dos studiolos, puesto que tuvo que desplazar el original hasta la residencia a la que se retiró una vez fallecido su esposo. Este segundo espacio estaba decorado con una serie de pinturas que hoy en día se encuentran en el Louvre y que fueron encargadas expresamente para esa habitación. De entre estas obras se puede destacar El Parnaso (1496) de Andrea Mantegna, entre otras del mismo autor, de Correggio o de Perugino. Fue retratada por muchos artistas como Tiziano, Leonardo da Vinci y Gian Cristoforo Romano. A parte de todas estas pinturas, coleccionó otros tipos de piezas como pequeños bronces renacentistas, medallas y camafeos, así como esculturas romanas de pequeño formato. A su muerte se realizó un inventario de su colección particular y se listaron hasta 1.600 piezas.
Después de conocer el espacio coleccionista del studiolo y ver como eran las colecciones de Federico da Montefeltro y de Isabella d’Este, nos dirigimos hasta bien entrado el s. XVI para conocer dos espacios coleccionistas propios de la Italia de la época: el Cortile arqueológico y la Galería.
muy interesante, gracias!!