La obra de Judith Gangolells (Barcelona, 1976), es una invitación vaporosa, íntima, casi ingrávida, a establecer un diálogo con los objetos.
«Amo todas las cosas, no sólo las supremas, sino las infinitamente chicas, el dedal, las espuelas, los platos, los floreros», escribe Neruda como parte de su Oda a las cosas. Y es, precisamente entre esas cosas cotidianas, las más primarias, las más sinceras, donde podemos establecer el verdadero diálogo íntimo con nuestra propia existencia. Contándonos sus historias sin hablar, entre la sutileza de lo que está allí y nos rodea, nos esperan las formas, pasando desapercibidas hasta que decidimos conversar con ellas. Las formas, materializándose en la realidad de los objetos sin pretensión, habitando entre las pulsaciones del alfabeto de las máquinas antiguas de escribir, sirviendo como puntos de apoyo a bicicletas incapaces de mantener la vertical cuando ya nadie las conduce.
Judith Gangolells, influenciada posiblemente por su profesión de ingeniera, atraviesa esa capa superficial que recubre a las cosas y les imprime carácter, para ir después más allá y establecer sus conexiones íntimas con las realidades subyacentes. Gangolells, mediante un proceso artístico basado en las transparencias intenta seducirnos, llamar nuestra atención hacia esas historias, esas cautivadoras confesiones que pretenden revelarnos los objetos cuando estamos dispuestos a escucharlos por debajo de las telas que los cubren.
Y la artista nos regala una de las claves con sus óleos, llenos del color denso y churretoso de la esencia de trementina y los aceites. Para deslizarse hacia esos mundos introspectivos, para introducirse en ellos, hay que lubricar los lienzos, pero, y sobre todo, hay que respetar los espacios imprescindibles para respirar. Y su obra inhala y exhala en la composición, la llena de aire, sustento y vehículo de propagación del mensaje.
Tras doce años de estudios en la Escuela de Arte de Esplugues de Llobregat, lugar donde se sentaron las bases artísticas de Judith Gangolells, la pintora ha dado a conocer públicamente su obra a lo largo de numerosas exposiciones y ferias de arte desde el año 2009. Entre ellas destacan las de la Candelera en Molins de Rei, y algunas otras celebradas en Pallejà, localidad que ha servido de inspiración a algunas de sus obras, y con la que la artista guarda una estrecha relación. Asimismo, Judith Gangolells ha obtenido numerosos premios en concursos de pintura rápida como el de Vilanova del Camí (2014) y Pallejà (2010 y 2014); además de en concursos de pintura seca como el de Cervelló (2012, 2013, 2014) y el de Sant Joan Despí (2014).
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