Poesía, fantasía y técnica protagonizan la obra de Ignacio Nazabal (La Habana, 1962). En su pintura, el artista cubano propone un paseo por los pletóricos rincones de su imaginación, abarrotados de color y de sugerentes formas. Un universo que materializa poniendo en armonía al ser humano, personificado en el cuerpo de la mujer, y la naturaleza.
Sus creaciones nacen de un estilo surrealista que mezcla algo del arte de Dalí y de Arcimboldo. Del español recoge el efecto irracional causado por el orden inusual que ocupan los elementos dentro de las composiciones. Agarrándose más al juego con las leyes de la percepción visual que a su gusto por la deformación de la materia.
Así, suele recurrir con frecuencia a integrar o desintegrar las figuras invitando al espectador a que participe en la construcción de su significado. Se sirve de frutas, animales, objetos o de la propia naturaleza para articular los voluptuosos cuerpos de las mujeres que representa y que tanto recuerdan a Arcimboldo.
Crea, de esta manera, una pintura atractiva, ilusionista y minuciosa que combina la alegoría y la paradoja. Pues, desarrolla su obra con un propósito de entendimiento que empuja a quien la contempla a buscar un sentido a la disposición, aparentemente sin relación, entre sus componentes y al reemplazo de un elemento por otro, como símbolos que revelan lo que permanece invisible. Quizás, la fusión entre lo humano y lo natural, entre lo eterno y lo efímero.
Ignacio Nazabal se graduó en Ciencias Biológicas en 1985 en la Universidad de La Habana y, en el año 2000, finalizó su formación en la Academia de Artes Plásticas de La Habana San Alejandro. Su trabajo ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales tanto en Cuba como a nivel internacional. En 2011, ganó el Primer Premio en el Concurso de Retratos Online de la Sociedad para el Arte de la Imaginación.
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