El arte en el siglo XX se caracterizó, desde sus inicios, por un cambio permanente y continuo de mejores formas de creación. Al romper con los viejos cánones, liberó a los artistas de su tradicional atadura con las academias. Esta liberación generó toda una gama de tendencias e ismos, que tuvieron fugaz acogida en búsqueda de nuevas proposiciones.
A partir de la década de los años treinta, un grupo de escritores y de artistas se comprometieron con una nueva posición, producto de las dos Revoluciones (la Mexicana y la Rusa) que cambiaron la razón de ser de la literatura y del arte: el 'realismo social', como dura y directa denuncia del estado social y político-económico de muchos pueblos del Mundo; y, en el caso específico de Ecuador, del indio, del montubio, del negro. El poder y crudeza de la denuncia se concretó en los escritores de Guayaquil ('los cinco como un puño') De la Cuadra, Gallegos, Aguilera Malta, Gil Gilbert, Pareja Diezcanseco y del quiteño Jorge Icaza; y en los artistas Camilo Egas, Pedro León, Diógenes Paredes, Leonardo Tejada, Bolívar Mena Franco, Jaime Valencia, Eduardo Kingman, Oswaldo Guayasamín, entre los más importantes, habiendo sido la mayoría de ellos profesores en la tradicional Escuela de Bellas Artes de Quito.
Fue un largo período de casi 30 años que el 'indigenismo' se impuso y mantuvo su hegemonía estética. Uno de los alumnos, de los más sobresalientes, fue NILO YÉPEZ VENEGAS: buen dibujante, magnífico colorista, con mucha calidad expresiva y gran sentido humanista, inició un rescate sostenido de las madres y de los niños de nuestro pueblo.
Logrando cada vez mayor intensidad en los juegos cromático-compositivo y en la dramatización de rostros y cuerpos. Habiendo conseguido que varios poetas, compañeros de camino lo distingan como el 'Pintor de la Ternura'.
Permanente en su posición estética, fue evolucionando hacia un expresionismo con más libertad compositiva, pero siempre manteniendo su calidad humanista.
Simplifica los temas con sutiles y decorativos contrastes de motivos, con formas claramente delineadas que interactúan para dar cuerpo a la composición. Los colores cálidos de la carne se complementan con el fondo, lo que da a la obra cierto aire exótico. Además, se caracteriza por una especie de suave inocencia en el tratamiento de los personajes.
Alcanza la estilización figurativa con fuertes tonos de luz, para resaltar las expresiones humanas de mujeres y niños con especial interés narrativo, imponiendo la alegría o la ternura, perceptibles como el origen de su arte representativo.
Asimismo, los juegos de color, dentro de un contorno claramente definido, evocan una sensación de apasionada sensualidad, con una total independencia que no sea la de su propia sensibilidad, gracias al uso directo y definido de las formas, no para sugerir sino para expresar, alcanzando en sus composiciones la simplificación y estilización, sin llegar a distorsionarlas por ninguna razón emotiva.