Su infancia en el jardín materno, entre campos de flores, viñedos y algodonales, nutre su obra con una vitalidad espectacular. "Cuya" es un impresionista de las escenas cotidianas de su soleada tierra natal, Mala.
Sus lienzos, repletos de memorias de niñez, reflejan un mundo interno mágico y colorido.
Se hizo apodar Cuya, haciendo honor al apellido de su madre, pues fue ella quien lo impulsó a dedicarse al arte desde pequeño. "El estímulo de mi madre fue fundamental para forjarme como pintor. Su enorme sensibilidad, a pesar de ser una persona humilde, la llevó a descubrir mi talento y a apoyarme cuando decidí venirme a Lima a la Escuela de Bellas Artes", recuerda Cuya.
Tuvo que pasar por una serie de dificultades en su afán de hacerse profesional pues los materiales y las pensiones eran demasiado altas para alguien que provenía de una familia de agricultores. "Sin embargo gracias a Dios y a mi madre lo logré.
Mi papá era una persona muy dura que pensaba que iba a perder mi tiempo. Los años le demostraron lo contrario", menciona.
Primero, como la mayoría de artistas, empezó copiando de otros. Después, ya en la escuela, estuvo muy influenciado por sus maestros. Una vez que egresó de Bellas Artes, decidió trabajar en un estilo propio, con la ilusión que el público lo tomara en cuenta. "Empecé a sacar mis campesinos, mi tierra, todo lo que había vivido y me di cuenta que a la gente le gustaba mi pintura. En esos tiempos, hacía una exposición y vendía todos los cuadros en media hora; incluso hubo gente que inauguró sus galerías con mis lienzos. Ahora, y desde hace algún tiempo, trabajo de forma independiente", señala el artista.
Cuya pinta por impulso, creando lo que él llama "melodía del color"; su trabajo, cada vez más seguro y menos rígido, nos abre una puerta a su rico mundo interior, a su sensibilidad; su paleta de color, alegre y natural, es una proyección de su propia vida. "Imaginariamente, tengo grabado en la cabeza todo el valle donde nací.
Aparecen en mi mente imágenes vívidas de cuando era niño y andaba en burro yendo a traer pasto para los animales o me sentaba bajo la sombra de los granadales a comer fruta. Viajo mentalmente y recorro paso a paso los callejones llenos de árboles, las flores, los algodonales. La vez pasada, regresé a ese sitio y era una calamidad: todo estaba seco, lleno de polvo y piedras. Sin embargo, mi mente sigue adornando esos paisajes, porque así los recuerdo: llenos de vida y color", refiere el connotado artista.
La pincelada de Cuya es espesa, segura y brillante, demostrando en cada una su personalidad, libre de imitaciones. Muchos lo critican por "costumbrista" pero, como él mismo dice: "¿Por qué negar lo que somos, de dónde venimos? ¿Por qué dejar a un lado los maravillosos escenarios de nuestro país, su gente, sus formas, su color?"; y el público parece estar de acuerdo con él ya que actualmente sus cuadros se encuentran en manos de coleccionistas privados e instituciones de todo tipo, tanto en el Perú como en el extranjero.
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