TEXTO CRITICO SOBRE LA OBRA DE DAVID DEL BOSQUE: La discusión que desde los comienzos del pasado siglo se ha dado en el mundo artístico acerca de la clasificación o el significado de las nuevas tendencias que, especialmente con la incorporación a la producción de muchos artistas de nuevas técnicas y materiales, disolvieron la reduccionista taxonomía clásica entre pintura y escultura parece hoy en día fuera de lugar cuando una gran parte del arte actual se nutre de la experiencia de los medios audiovisuales, cuando no de la mera ocurrencia sin recorrido.
La aparente pérdida de ciertos valores puramente formales o estrictamente poéticos asociados con la tradicional clasificación académica ha sido sustituida por un discurso creativo global de mucho mayor aliento si bien de más difusos e imprecisos límites que, en todo caso, es, precisamente por ello, sumamente estimulante tanto por la gran amplitud de sus propuestas como en sus indudables fracasos.
La aportación que en el panorama creativo de la segunda mitad del siglo pasado hicieron a este respecto entre otras la corriente minimalista o el arte povera así como la pintura matérica son, indudablemente, uno de los fundamentos de lo que hoy en día constituye el núcleo expresivo del discurso formal de algunos artistas y, desde luego unas referencias estilísticas perfectamente asimiladas por el mundo de la cultura contemporánea.
En la tan potente como delicada obra de David del Bosque, cuya trayectoria presagia una carrera de sorprendente solidez, aparecen de manera muy clara estas influencias. Este artista manifiesta una extraordinaria capacidad integradora para desarrollar una línea expresiva que, sin abandonar el soporte racional del rigor geométrico, incorpora valores plásticos de diferentes fuentes que le aportan musculatura poética.
La expresión geométrica de la obra de DdB remite a una trayectoria del arte europeo que se puede trazar desde los experimentos de subdivisión del mundo en entidades elementales y abstractas que proponían las vanguardias descomponiendo las figuras del arte o la arquitectura en elementos irreductibles. Piénsese en el elementalismo abstracto de Malevich, Kandinsky o Mondrian y otros autores del grupo De Stijl o en los constructivistas rusos: El Lissitzky, Rodchenko o Vesnin. Estas vanguardias han inspirado durante todo el siglo XX la obra de artistas mucho más modernos que no abandonaron la manera teórica que éstas proponían como puede ser el caso de Jorge Oteiza, quien nunca ocultó su deuda y admiración por Malevich.
Las propuestas espaciales de Oteiza, especialmente sus investigaciones acerca de la ocupación del espacio, se me antojan presentes en la obra de DdB. Lo que en ciertas obras del escultor vasco se planteaba como el vacío espacial creado en su interior en el caso de DdB se manifiesta mediante la luz que fluye desde el interior de la pieza y que hace que ésta parezca flotar con unos límites difusos en el espacio que crea a su alrededor.
Está, a mi entender, también presente en la obra de DdB la influencia de los Quadri specchianti realizados por Michelangelo Pistoletto en los años sesenta del siglo pasado. La presencia de la imagen del espectador reflejada en la superficie del acero pulido produce una tensión que amplifica el significado de la obra y le proporciona una interesante objetividad sin duda próxima al realismo del autor italiano.
Pero es sin duda en el minimalismo, corriente que en gran parte debe su origen al racionalismo de las primeras vanguardias, donde DdB encuentra una manera plenamente satisfactoria de desarrollar iconográficamente sus inquietudes formales. La manera en como es tratada la obra, la precisión, el protagonismo que tiene la calidad del acabado y el tipo de materiales utilizados, especialmente el acero inoxidable y la madera exigen esta adscripción, pero es que, además, la propia naturaleza de los objetos que plantea DdB, su valor iconográfico, suponen una indudable evolución dentro de esta corriente. Hay a mi juicio presentes en las creaciones de DdB resonancias de ciertas obras de Robert Morris o Donald Judd en lo que tienen de objetos que buscan la interacción entre el artista en tanto que autor y el espectador como intérprete.
David del Bosque, en definitiva, no intenta en su obra una mera racionalización carente de compromiso. Su trabajo es más complejo y roza lo heroico en la medida en que propone nuevas nociones de escala, espacio, límites y objeto. Construye un conjunto de relaciones entre el arte como objeto y entre éste y el ser humano y las establece mediante una cuidada caligrafía y gratos acabados en los objetos que produce y el siempre necesario rigor de la geometría como soporte de la inteligencia aliada a la sensibilidad.
José Luis Catón Santarén.
13 de enero de 2008