La escultura se mueve entre materiales, es por ello que la fuerza de la manifestación artística del medio escultórico radica en poder tocar las piezas, sentir sus temperaturas, contemplar sus formas y trazarnos en una gran experiencia estética que nos permita estar más de cerca de nuestros orígenes primigenios: la tierra, el espacio y sus entornos. Álvaro Coria juega con esas sensaciones, a partir de estructuras simples en donde los equilibrios dominan los componentes de sus obras, nos traslada a la sensación pura del material: la madera, el metal o la piedra adquiere su peso justo con relación al espacio que invade; cada una de las piezas en sus órdenes geométricos se queda con su origen matérico, limpio y profano en una especie de síntesis en donde los valores propios del material cobran la importancia debida.
En un mundo donde las nuevas tecnologías se aproximan cada vez más al arte es valioso regresar a los procedimientos tradicionales de las disciplinas artísticas con nuevos enfoques discursivos, es el caso de la obra escultórica de Coria, quien además de trabajar con virtuosismo los planos,técnicos, explora discursos visuales cercanos a la meditación a través de las formas simples y los entornos contemporáneos del arte, propios de las culturas orientales. Quizá por ello la obra permite al espectador viajar en el eterno imaginario a temas diversos, no hay ataduras temáticas, hay contemplaciones estéticas que nos remiten sin duda alguna a la reflexión filosófica de manera permanente.