Manifiesto de colores y de sombra
Comencé a pintar cuando a los días le faltaron colores y a la noche mis manos embarradas por un cuerpo acabado y desierto; Azul para el infierno, me dije y rojo para el cielo. Dibujé un camino pensando que el silencio se puede descubrir en el carmín y los pies cuando enterrados en el lodo, aúllan. Pinté de lluvia mi esqueleto y carmesí para las lágrimas y es que no concibo la felicidad sin la tristeza, la espera incierta de que un trazo bien definido concluya en una perdida aparente de lo que he querido decir.
Comencé a pintar cuando me faltaron palabras, cuando llegué al final al abismo donde la torpeza de mis sentidos se entiende como la necesidad de inventar todo ello que se ausenta, pues yo soy el ausente. Estoy detrás de una ventana, de una pared, del día y de la noche, por eso dibujo una puerta un cuerpo una silueta, para un día llegar sin más y saber que he llegado.