Una retrospectiva de los veinte años de carrera del artista brasileño reúne cien de sus más conocidos trabajos fotográficos en el Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá
Ya fuera por uno de sus primeros trabajos como publicista, ingeniándoselas para que las vallas publicitarias fueran comprensibles para los conductores que pasaban a toda velocidad por la autovía. O por su experiencia al contemplar en una exposición cómo el público se aglomeraba frente a un cuadro, tratando de hallar el punto exacto en el que situarse para percibir de forma correcta la pintura y evitar las cabezas del resto de espectadores, el artista brasileño Vik Muniz juega a alterar la percepción del observador, usando materiales de inesperados, como basura o comida, cuyos propios significados se suman al de la imagen en cuestión.
Cuando nos aproximamos a los trabajos de Muniz no solo percibimos una imagen, sino también su trama, formada por materiales diversos cuya historia enriquece la primera impresión. En la comprensión de la pieza cuenta el bagaje cultural de espectador así como la invitación que hace el artista a negociar qué es lo que se ve realmente, en lo que llama Ritual de aproximación (por el movimiento físico de acercarse a la obra).
Esta exposición, una mirada retrospectiva a veinte años de carrera del creador, cuya importancia no deja de crecer en el panorama internacional, se titula precisamente “Más acá de la imagen” en relación al propósito de Muniz de que el público se pregunte qué está mirando, que examine de forma crítica las imágenes de a su alrededor y no se deje manipular.
Un ejemplo de su trabajo, presente en la muestra junto a un centenar de sus creaciones más conocidas, es su gran mapamundi hecho de residuos informáticos (WWW, 2008). A primera vista es una simple representación cartográfica del mundo. La mente se encarga de rellenar los huecos y aportar la información necesaria para que nuestro cerebro decida que lo que vemos es un planisferio.
Ahora bien, al acercarnos a la imagen, vemos que está compuesta por chatarra tecnológica, lo que implica una reflexión sobre la cantidad de basura informática que genera el ser humano, las dificultades de gestionar tanto residuo, dañino para la salud y altamente contaminante, y el envío de esta tecnología obsoleta al Tercer Mundo como ayuda al desarrollo, cuando paradójicamente es en esos lugares donde se encuentran los recursos que se requieren para su producción.
Sus imágenes están impregnadas de denuncia social, otro ejemplo, es la serie de los Niños de azúcar, en la que Muniz plantea la dura situación de las familias que viven del trabajo en las plantaciones caribeñas de caña de azúcar por un salario miserable. Los rostros amables de los niños están hechos de granos del material que recolectan sus exhaustos padres. Un material mucho más dulce que su futuro.
Aurora Aradra
Más información: Museo de Arte del Banco de la República, Bogotá
Hasta el 28 de octubre