Amantes, amigos, hermanos… El Kunsthistorisches de Viena explora representación artística de los dúos a través de los siglos, con ochenta obras, entre ellas de Lucas Cranach, Jacob Jordaens y Hans Memling
La historia de la humanidad no se entiende sin parejas, iguales o desiguales, por amor o por interés. Todas las formas de unión entre dos personas, ya sea como amantes, amigos o hermanos han fascinado a los artistas de todos los tiempos, desde la Antigüedad hasta el presente.
Y no es de extrañar, porque el origen del mundo está explicado a través de relaciones entre dos miembros: desde Adán y Eva a los dioses Olimpo, aunque Zeus altera un poco es esquema, relacionándose con más de una diosa o humana.
Estos dos mitos merecen su propio apartado en la exposición La otra mitad, que presenta el Kunsthistorisches Museum de Viena.
Se nutre de fondos de su propia colección, pues se trata de la quinta edición de su programa Intermezzo, que establece conexiones insólitas entre las obras a propósito de un aspecto concreto, como en este caso es la búsqueda artística de la media naranja.
La muestra incluye ejemplos de arte del Antiguo Egipto, donde era muy común que las parejas reales se hicieran representar juntas. Como el faraón Akenatón y su esposa Nefertiti, quienes, con sus numerosos retratos, querían transmitir que su unión estaba bendecida por el dios Atón, al que ellos mismos habían instaurado. También era frecuente en el Imperio romano que las grandes dinastías se hicieran representar en todo su esplendor, con fines propagandísticos.
Un objetivo que compartían los reyes y reinas más modernos que, con todo su boato, aparecen en lienzos que pueden estar separados en dos tablas, pero comparten los mismos elementos simbólicos.
Cuando el artista gana en autonomía, sobre todo a partir del Renacimiento, comienza a introducir en el cuadro elementos críticos con la sociedad del momento. Y la vida a dos no escapa a su ojo certero. Entre las ochenta obras que conforman esta exposición, una de Lucas Cranach el Viejo de 1540 refleja a un hombre de edad avanzada poniendo un anillo en el dedo a una joven, de un modo tan intencionado que deja en evidencia la duda que el pintor tenía sobre la naturaleza de esa relación.
La vinculación entre el artista y su modelo también tiene su espacio en esta muestra, por ejemplo, con un cuadro de un anónimo veneciano de 1530 que señala con la intensa mirada del hombre hacia su musa la importancia del contrapunto para que llegue la inspiración.
Más información: Kunsthistorisches de Viena
Hasta el 8 de septiembre
Aurora Aradra