¿Qué tienen en común Zurbarán y Maurizio Cattelan? El Museo Guggenheim de Bilbao analiza las inquietudes de los artistas del siglo XVII que persisten en los creadores actuales a través de elementos como lo grotesco o lo cómico
El mundo precario de las vivencias y lo incomprensible entra en el arte de la mano del barroco, aunque a menudo la parafernalia de este alambicado estilo haya impedido que veamos la verdadera motivación de los artistas, más allá de la búsqueda de la sofisticación ornamental.
Este movimiento que nace en la Europa del siglo XVII es un canto a la vida pero no a su perfecta belleza, sino a su realidad más auténticamente imperfecta, que también incluye lo grotesco, lo cómico, lo sensual… como manifiesto de una “vitalidad precaria, proyectada y amenazada por la muerte”.
Así se enuncia la exposición Barroco exuberante, que organiza el Museo Guggenheim de Bilbao junto a la Kunsthaus de Zúrich. Pretende destacar este impulso vital de las obras barrocas, por encima de sus estereotipos formales.
Descubre que este mismo impulso está presente en el arte contemporáneo, a través de la predilección por el dinamismo, la teatralidad, la sensualidad y el exceso de artistas como Maurizio Cattelan, cuyos animales disecados introducen en el museo una vida que no siempre está incluida en estos espacios; Cindy Sherman, que explora el hecho de envejecer y hacerlo con más o menos dignidad retratándose a sí misma con disfraces, accesorios y maquillaje que hablan de las imposiciones de la sociedad ante la vejez; o Juergen Teller, que retrató a dos modelos desnudas por las galerías del Louvre cerrado, en un teatral acercamiento de la vida al arte.
La obra de estos creadores se confronta con las pinturas de los autores barrocos Francisco de Zurbarán, José de Ribera, Mattia Pretti, Jan Steen o Alejandro Magnasco, que representan escenas mitológicas, destacando aspectos como el heroísmo o la virilidad; religiosas, que van desde el misticismo exacerbado hasta la crítica encubierta a instituciones como la Inquisición; escenas de género, que muestran un gusto por la diversión grotesca, y bodegones en los que la opulencia de los alimentos pintados contrasta con su temporalidad.
Una caducidad que ilustran también las composiciones llamadas Vanitas, género que nació en el siglo XVII y que reúne elementos típicos de un bodegón con calaveras, que recuerdan la muerte no de forma tétrica, sino como llamada a aprovechar el momento. Carpe Diem.
Más información: Museo Guggenheim Bilbao
Hasta el 6 de octubre
Aurora Aradra