La Fundación Mapfre organiza una ambiciosa exposición del escultor suizo, en la que constan desde sus primeras esculturas en forma de maqueta hasta sus célebres (y millonarias) figuras de hombres caminando
“Después de 1945, me juré que no dejaría que mis estatuas menguaran de tamaño sin parar. Pero sucedió lo siguiente: podían mantener la altura, pero iban adelgazando, adelgazando… se volvían flacas y larguiruchas”. Así describía Alberto Giacometti su propia evolución hacia las figuras hiperestilizadas que hoy son la seña principal de su trabajo: como si no fuera con él la cosa. Como si sus esculturas tuvieran vida propia. Y en cierto modo así era.
Las primeras esculturas del artista suizo (1901-1966), adscrito al surrealismo en los primeros años 30, son como tableros de juego. Dispuestos horizontalmente, diversos elementos relacionados entre sí, pero a la vez aislados unos de los otros, aguardan a que el espectador averigüe cuál es la propuesta. El espacio real pasa de este modo a convertirse en parte de la escultura.
Estas esculturas horizontales están concebidas también como maquetas de lugares en los que transcurren distintos acontecimientos en momentos del tiempo diferentes, despertando para el espectador sensaciones que forman parte de la pieza, dándole esa vida propia de que hablaba Giacometti en referencia a sus filiformes figuras humanas.
Otra evolución en el trabajo del suizo se revela en el paso de sus hieráticas esculturas femeninas a sus conocidos hombres andantes. Las primeras, estatuillas que son como ídolos antiguos, en realidad representan diferentes estados de una única persona. El movimiento que ya más directamente evidencian los caminantes es un paso más en su aspiración de vivificar el arte. Simbolizan la vida que continúa.
El paroxismo en esta búsqueda lo alcanza con el encargo, en 1958, de diseñar la explanada del Chase Manhattan Bank de Nueva York, que Giacomentti concibe como una escena en que se interrelacionan diversas figuras. Ya venía rumiando esta idea desde que en su taller organizara verdaderas escenografías con todas ellas. Llevarlo al espacio público era su gran sueño. Pero al final el proyecto se frustró.
Algunas de las figuras que hubieran formado parte de este conjunto neoyorkino se incluyen en la retrospectiva sobre Giacometti que ha organizado la Fundación Mapfre en Madrid, en colaboración con la Hamburguer Kunsthalle de Hamburgo.
190 piezas –esculturas, pinturas, dibujos, grabados y fotografías- prestadas por 32 prestigiosas instituciones depositarias del legado del escultor, más vivo que nunca en este recorrido desde aquellas primeras esculturas surrealistas hasta las que representan el cénit de su carrera, “La Gran Mujer” y “El hombre que camina” (una de las versiones que realizó durante la preparación del encargo neoyorkino alcanzó en 2010 el precio en subasta de 74 millones de euros), que ponen la guinda a una de las muestras más costosas de organizar para la Fundación Mapfre.
Más información: Fundación Mapfre Madrid
Hasta el 4 de agosto
Aurora Aradra