(París, 17 de julio 1796- 22 de febrero 1875)
Pintor francés hijo de un peluquero (Luis Jacobo Corot), casado con María Francisca Oberson (de Friburgo, Suiza), modista, cuyo establecimiento de la Rue du Bac, gozó de envidiable reputación durante el Imperio y la Restauración; disfrutó del beneficio de media beca otorgada por el Gobierno Imperial; abandonó las enseñanzas clásicas, hacia las cuales parecía poco inclinado, para ingresar como meritorio en un comercio de paños, trabajando inútilmente y con la mayor asiduidad durante seis años, para complacer a su padre que deseaba establecerle, contando para ello con un capital de 100.000 francos.
Reconociéndole inhábil para el comerio y considerando sus aficiones artísticas, lograron sus patronos, los pañeros Delalain, que su padre le permitiera dedicarse a la pintura (1821), otorgándole éste una pensión de 1.200 francos anuales. Pero su padre no reconoció el talento de Corot hasta que éste fue nombrado caballero de la Legión de Honoren 1846.
Corot frecuentó los estudios de Michallon, que falleció poco tiempo después, y durante tres años el de Víctor Bertin (Eduardo), hijo del fundador del Journal des Débats, inspector de Bellas Artes en 1845. En 1826 emprendió su primer viaje a Italia, después de entregar a su padre un autorretrato, según condición precisa para facilitarle el dinero necesario. Se reunió en Roma con Eduardo Bertin, Leopolo Robert, Schnetz, Bodinier, Reinhart, Lapito y Carnelle d’Aligny; éste último infundiéndole grandes alientos, proclamando en los cenáculos del Café Greco y della Lepre, frecuentados por los artistas, que el cuadro del Coloseum pintado por Corot, una obra maestra, y su autor un gran pintor; el pequeño lienzo que se conserva en el Museo del Louvre da la razón al perspicaz amigo del artista.
Durante su estancia en Italia trabajó en Albano y sus alrededores, Narni, Rocca di Papa, Ariccia, Frascai, Marino, Cervara, Nemi, Civitella, Subiaco, Olevano, Cività -Castellana, Nápoles, Ischia y Capri, regresando a París en 1828, visitando Venecia. A su regreso Corot comenzó la larga serie de excursiones y viajes de estudio que le permitieron estudiar todos los aspectos del paisaje francés, demostrando especial predilección por los bosques de Fontainebleau, los frescos valles poco profundos de Normandía y las frondas de Ville- d’Avray, en donde su familia poseía una casita que llegó a ser su residencia habitual.
Corot expuso por primera vez en 1827 en el Salón de París, obteniendo una segunda medalla en 1831 y viendo rehusadas varias veces obras que después han sido disputadas por los mejores museos y los más aucadalados coleccionistas. En 1838 el duque de Orléans adquirió dos telas de Corot, pero la oposición de los pintores hoy desconocidos le persiguió hasta 1846, época que fue condecorado.
Los acontecimientos que sobrevinieron en el régimen político de Francia, elevaron a la dirección de Bellas Artes a Carlos Blanc, hombre de verdadero mérito, que acabó con los privilegios de las camarillas artísticas y premió en su justo valor las obras de Díaz de la Peña, Rousseau, Isabey, Decamps y Delacroix, siendo elegido miembro del jurado Corot. En 1849 y 50 el Estado adquirió las obras: La oración en el huerto y La mañana.
En 1859 Corot expuso en Burdeos uno de los cuadros que habían figurado en la Eposición Universal de 1855 en la que participó el pintor, siendo adquirido para el Museo Municipal.
El catalógo de las obras del francés contiene 2.500 números, entre sus obras hay un gran número de cuadros con figuras, en las que se distinguió, hasta el punto de ser comparado con Van der Meer; entre los mejores destaca el Tocado, la Bacante, Diana, Agostina, la Mandolinista, la Cestorio, y otras muchas menos conocidas que los admirables paisajes modelos de luminosida, ambiente y poesía, que han ejercido influencia en las obras de artistas tan notables como Daubigny, Lépine, Claudio Monet, Pissarro…
Pintor francés hijo de un peluquero (Luis Jacobo Corot), casado con María Francisca Oberson (de Friburgo, Suiza), modista, cuyo establecimiento de la Rue du Bac, gozó de envidiable reputación durante el Imperio y la Restauración; disfrutó del beneficio de media beca otorgada por el Gobierno Imperial; abandonó las enseñanzas clásicas, hacia las cuales parecía poco inclinado, para ingresar como meritorio en un comercio de paños, trabajando inútilmente y con la mayor asiduidad durante seis años, para complacer a su padre que deseaba establecerle, contando para ello con un capital de 100.000 francos.
Reconociéndole inhábil para el comerio y considerando sus aficiones artísticas, lograron sus patronos, los pañeros Delalain, que su padre le permitiera dedicarse a la pintura (1821), otorgándole éste una pensión de 1.200 francos anuales. Pero su padre no reconoció el talento de Corot hasta que éste fue nombrado caballero de la Legión de Honoren 1846.
Corot frecuentó los estudios de Michallon, que falleció poco tiempo después, y durante tres años el de Víctor Bertin (Eduardo), hijo del fundador del Journal des Débats, inspector de Bellas Artes en 1845. En 1826 emprendió su primer viaje a Italia, después de entregar a su padre un autorretrato, según condición precisa para facilitarle el dinero necesario. Se reunió en Roma con Eduardo Bertin, Leopolo Robert, Schnetz, Bodinier, Reinhart, Lapito y Carnelle d’Aligny; éste último infundiéndole grandes alientos, proclamando en los cenáculos del Café Greco y della Lepre, frecuentados por los artistas, que el cuadro del Coloseum pintado por Corot, una obra maestra, y su autor un gran pintor; el pequeño lienzo que se conserva en el Museo del Louvre da la razón al perspicaz amigo del artista.
Durante su estancia en Italia trabajó en Albano y sus alrededores, Narni, Rocca di Papa, Ariccia, Frascai, Marino, Cervara, Nemi, Civitella, Subiaco, Olevano, Cività -Castellana, Nápoles, Ischia y Capri, regresando a París en 1828, visitando Venecia. A su regreso Corot comenzó la larga serie de excursiones y viajes de estudio que le permitieron estudiar todos los aspectos del paisaje francés, demostrando especial predilección por los bosques de Fontainebleau, los frescos valles poco profundos de Normandía y las frondas de Ville- d’Avray, en donde su familia poseía una casita que llegó a ser su residencia habitual.
Corot expuso por primera vez en 1827 en el Salón de París, obteniendo una segunda medalla en 1831 y viendo rehusadas varias veces obras que después han sido disputadas por los mejores museos y los más aucadalados coleccionistas. En 1838 el duque de Orléans adquirió dos telas de Corot, pero la oposición de los pintores hoy desconocidos le persiguió hasta 1846, época que fue condecorado.
Los acontecimientos que sobrevinieron en el régimen político de Francia, elevaron a la dirección de Bellas Artes a Carlos Blanc, hombre de verdadero mérito, que acabó con los privilegios de las camarillas artísticas y premió en su justo valor las obras de Díaz de la Peña, Rousseau, Isabey, Decamps y Delacroix, siendo elegido miembro del jurado Corot. En 1849 y 50 el Estado adquirió las obras: La oración en el huerto y La mañana.
En 1859 Corot expuso en Burdeos uno de los cuadros que habían figurado en la Eposición Universal de 1855 en la que participó el pintor, siendo adquirido para el Museo Municipal.
El catalógo de las obras del francés contiene 2.500 números, entre sus obras hay un gran número de cuadros con figuras, en las que se distinguió, hasta el punto de ser comparado con Van der Meer; entre los mejores destaca el Tocado, la Bacante, Diana, Agostina, la Mandolinista, la Cestorio, y otras muchas menos conocidas que los admirables paisajes modelos de luminosida, ambiente y poesía, que han ejercido influencia en las obras de artistas tan notables como Daubigny, Lépine, Claudio Monet, Pissarro…