(Correggio, cerca de Parma 1489 - 1534)
Antonio Allegri da Correggio, llamado il Correggio (los tratadistas españoles antiguos suelen llamarle Corezo), fue un pintor italiano del Renacimiento, el máximo representante de la Escuela de Parma.
El temperamento tierno y apasionado de Correggio, su invención amplia y voluptuosa aparecen como una especie de contrapunto al arte solemne de los genios romanos. Este artista opone una belleza, llena de encanto y sentimiento, que tendrá gran trascendencia en la época barroca y en el siglo XVIII.
Conoció en Mantua las obras de Mantenga, que le sugirieron escorzos valientes y las de costa, cuto sincretismo supo superar desde sus primeras obras (Madonna di San Francesco, 1515, Dresde).
En Parma, donde fue llamado por la abadesa Giovanna de Piacenza, decoró una bóveda en el convento de San Pablo con una glorieta de guirnaldas de frutos y lunetos en grisalla, divinidades mitológicas, y medallones con “putti”. Estos frescos tuvieron gran éxito y valieron a Correggio el encargo de importantes decoraciones en la iglesia de San juan Evangelista: en el ábside, la Coronación de la Virgen (1520-1524) y en la cúpula la Ascensión, que se despliega como una visión deslumbrante y dorada, donde los apóstoles, en acusado escorzo, se agrupan formando una corona entorno a Cristo.
Correggio decoró también, en la catedral, la amplia cúpula octogonal (1526-1530) con la Asunción de la Virgen. Las siluetas de los apóstoles guarnecen el tambor entre los “oculi”, ángeles y elegidos, en círculos concéntricos, se arremolinan en las nubes. Correggio creó allí un mundo fluido, luminoso, sin contornos definidos. Hacia 1530 pintó, para el castillo de Mantua, los cuadros de Io, Ganímedes (Viena), Leda (Berlín) y Dánae (Roma, Borghese), cuyas formas se envuelven en un claroscuro que intensifica los colores.
En los cuadros del altar, el efecto desagradable provocado por la agitación de las formas y por ciertas familiaridades de detalle, queda atenuado por el impulso nuevo que da a la composición, sólidamente organizada en diagonal, como puede observarse en la Madonna de San Jerónimo o en el Día (Parma), en la Natividad o en la Noche (Dresde).
El Prado posee dos cuadros de Correggio: el popular Noli me tangere, pintado acaso hacia 1525 y regalado por el duque de Medina a Felipe II, y una Virgen con el Niño Jesús y san Juan, de fecha algo anterior, y que pertenece a Isabel Farnesio. La Academia de san Fernando de Madrid conserva un San Jerónimo.
Antonio Allegri da Correggio, llamado il Correggio (los tratadistas españoles antiguos suelen llamarle Corezo), fue un pintor italiano del Renacimiento, el máximo representante de la Escuela de Parma.
El temperamento tierno y apasionado de Correggio, su invención amplia y voluptuosa aparecen como una especie de contrapunto al arte solemne de los genios romanos. Este artista opone una belleza, llena de encanto y sentimiento, que tendrá gran trascendencia en la época barroca y en el siglo XVIII.
Conoció en Mantua las obras de Mantenga, que le sugirieron escorzos valientes y las de costa, cuto sincretismo supo superar desde sus primeras obras (Madonna di San Francesco, 1515, Dresde).
En Parma, donde fue llamado por la abadesa Giovanna de Piacenza, decoró una bóveda en el convento de San Pablo con una glorieta de guirnaldas de frutos y lunetos en grisalla, divinidades mitológicas, y medallones con “putti”. Estos frescos tuvieron gran éxito y valieron a Correggio el encargo de importantes decoraciones en la iglesia de San juan Evangelista: en el ábside, la Coronación de la Virgen (1520-1524) y en la cúpula la Ascensión, que se despliega como una visión deslumbrante y dorada, donde los apóstoles, en acusado escorzo, se agrupan formando una corona entorno a Cristo.
Correggio decoró también, en la catedral, la amplia cúpula octogonal (1526-1530) con la Asunción de la Virgen. Las siluetas de los apóstoles guarnecen el tambor entre los “oculi”, ángeles y elegidos, en círculos concéntricos, se arremolinan en las nubes. Correggio creó allí un mundo fluido, luminoso, sin contornos definidos. Hacia 1530 pintó, para el castillo de Mantua, los cuadros de Io, Ganímedes (Viena), Leda (Berlín) y Dánae (Roma, Borghese), cuyas formas se envuelven en un claroscuro que intensifica los colores.
En los cuadros del altar, el efecto desagradable provocado por la agitación de las formas y por ciertas familiaridades de detalle, queda atenuado por el impulso nuevo que da a la composición, sólidamente organizada en diagonal, como puede observarse en la Madonna de San Jerónimo o en el Día (Parma), en la Natividad o en la Noche (Dresde).
El Prado posee dos cuadros de Correggio: el popular Noli me tangere, pintado acaso hacia 1525 y regalado por el duque de Medina a Felipe II, y una Virgen con el Niño Jesús y san Juan, de fecha algo anterior, y que pertenece a Isabel Farnesio. La Academia de san Fernando de Madrid conserva un San Jerónimo.