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Se suele decir en los museos que "el que quiere robar, roba". No es posible que un museo o institución con programa expositivo abierto al público tenga continuamente vigilados sus fondos. Para ello debería o bien alejar al público de la obra o bien reducir el tamaño de la exposición para poder dotar cada sala de personal de seguridad. Ninguna de las dos opciones son excesivamente viables, sin embargo. ¿Esto quiere decir que no se pueden evitar los robos? En muchos casos sí y para ello los museos cuentan a su disposición con un buen número de recursos que limitan al máximo cualquier posible incidente.
¿Por qué se producen?
Existen varias teorías para explicar esta clase de robos. La verdad es que las obras que suelen sustraerse de los museos no son vendidas en su mayoría en el mercado negro del arte. El motivo es que precisan tiempo para poder ser colacadas y el porcentaje de beneficio no es tan excesivo como se pudiera creer. Sí suelen ser empleadas muchas veces como moneda de cambio en transacciones ilegales, obviando de esta manera los problemas de certificación. Junto con esto, existe una tercera explicación, que no puede ser validada más allá de la mera mitología: el coleccionista millonario que encarga el robo de una obra que no puede comprar y quiere poseer.
Sistemas de seguridad
Los museos cuentan con un buen número de sistemas y barreras para complicar lo más posible cualquier incidencia sobre la colección. Personal, vigilantes, cámaras o sensores son las principales medidas disuasorias. Además, existen una serie de reglas básicas a la hora de distribuir los fondos por el edificio o museo. Para empezar, se valora el tipo de edificio que es, su hermetismo, y su ubicación. Además, las salas de reserva y de exposiciones suelen estar poco accesibles, sin ventanas. A menor acceso directo desde el exterior, mayor seguridad.
Barreras psicológicas
Lo cierto es que, aún así, si alguien quiere robar una obra, lo más seguro es que lo consiga, pero este tipo de medidas impiden que en determinadas circunstancias se efectúen "algunos" robos. O lo que es lo mismo: un profesional va a llevar a cabo el robo con o sin cámaras, pero un visitante que se encuentra sólo en una sala y se le ocurre llevarse un cuadro probablemente no lo haga si se nota vigilado. Y es que buena parte de los dispositivos de un museo no están realmente tanto para evitar robos meditados como actos espontáneos o vandálicos del visitante común.