El
Barroco generalizó una peculiar tipología en el arte: las
vanitas. Obras donde elementos relacionados con la muerte -una calavera, por ejemplo- actuaban como r
ecordatorio de la finitud de la vida. De esta forma, ¿qué mejor que un espacio de la época para la
instalación de un muy contemporáneo memento mori? La
Sala Verónicas, en Murcia (España), presenta la obra del
mexicano Carlos Amorales, en la que esta misma idea es enfrentada de una onírica y preciosista manera.
Carlos Amorales juega con la noción de belleza en una obra donde el protagonismo recae en la percepción del espectador, quien se enfrenta a la revisión de sus ideas preconcebidas a partir de una instalación donde la seducción y la repulsión forman parte de un todo alegórico de la mortalidad. Un total de 30.000 polillas negras han sido distribuidas por un escenario de excepción, una iglesia barroca construida bajo la advocación de la Verónica, dando lugar a un inmenso tapiz de carácter nocturno. Una desacralización la del espacio que contribuye a reafirmar la idea de irrealidad.
Junto con ello, Carlos Amorales, considerado como uno de los artistas más esenciales del panorama global plásticos, toma la figura de este insecto como heraldo de muerte para partir de la noción del mal augurio que supone su encuentro en umbrales, puertas o techos. Una superstición que adquiere una nueva dimensión al concentrarse en el espacio específico de una iglesia y que se torna en una actual y peculiar vanitas destinada a recordarnos la mortalidad del ser humano y el enigma que rodea a esta misma circunstancia.
Más información: espacioav