Inicio > Magazine > El poder narrativo del arte


Las imágenes artísticas han sido empleadas a lo largo de la historia con finalidades diversas: desde la propiciadora en la Prehistoria hasta la meramente estética (el arte por el arte) buscada en la Edad Contemporánea. Hubo un tiempo, incluso, en el que habrán de asumir la responsabilidad de ser los instrumentos transmisores del conocimiento, especialmente útiles en aquellas épocas en las que la mayoría de la población no sabía leer, cumpliendo de esta manera la función de narraciones visuales de historias.



 

Esta capacidad del arte fue a lo largo de la Edad Media aprovechada por la Iglesia para transmitir conocimientos teológicos, representar vidas de santos que eran un modelo a seguir o reproducir historias de la vida de Cristo, la Virgen, los Apóstoles, etc. Era una manera de llegar al pueblo llano que, si bien no tenía los conocimientos necesarios para leer estos episodios, sí que los conocía “de oídas” y era perfectamente capaz de descifrar las imágenes y a qué hacían referencia. El modelo empleado para estas representaciones variaba en función de la técnica artística usada, pero algo común a casi todas estas representaciones era el formato secuencial; es decir, los diversos estadios de las historias se representaban en viñetas (de algún modo, hoy día serían el equivalente a los actuales cómics).

 

Así pues, el arte en los templos en época gótica tendrá un valor fuertemente representativo (carácter que se mantendrá en épocas posteriores): claramente para el pueblo era posible distinguir a los diversos personajes que aparecían ejecutados en las obras de clase religioso narrativo. Este tipo de representaciones no buscaban tanto la obtención de un aspecto “natural” como una impresión en el creyente, derivando de esta circunstancia su enorme y característica rigidez formal. Además, en ocasiones, las imágenes representadas se harán aún más cercanas al fiel mediante una remisión a su cotidianeidad (la representación de labores será algo habitual) o la inclusión de un componente de carácter supersticioso (las representaciones cosmológicas, presentes por lo habitual bajo la forma de los signos del zodíaco, son algo común en estos momentos).

El uso de imágenes narrativas no fue algo circunscrito tan sólo al interior de las iglesias sino que éstas se empleaban también en otros espacios, como en los claustros, cuyos capiteles historiados eran viñetas en movimiento muchas veces. Esta decoración era una manera de ayudar a los fieles a comprender la fe ya que, en la mayoría de los casos, las escenas provenían del Antiguo y Nuevo Testamento. Las puertas han sido otro soporte sobre el que se han volcado historias; historias que “daban la bienvenida” al fiel ya desde el mismo momento del acceso al templo. Puede añadirse así un valor más a la función que desempeñaban las imágenes en estos momentos (s.XII-XIII): preparar al creyente. Eran una especie de presentación inicial de la fe que se guardaba y que aguardaba en las iglesias. Quizá en esta dirección de la puerta como elemento conceptual, cuyas escenas por consiguiente tendrían un gran valor simbólico, el ejemplo más notable, aunque ya en el s.XV, sea la Puerta Este del Baptisterio de Florencia, que el mismo Miguel Ángel ya denominó “Puertas que se abren al Paraíso”.


 En el ámbito profano también encontramos ejemplos de la capacidad narrativa de las imágenes; así podemos conocer la historia de los marinos mercantes de la cual nos habla Alfonso X El Sabio en su cantiga XXXV aunque no sepamos leer, gracias a un pergamino que acompaña dicha cantiga y que reproduce visualmente lo que ésta nos cuenta (aquí ya encontramos la imagen como un complemento que acompaña al texto). Y si bien el mayor servicio de las escenas secuenciadas ha sido el recibido por las obras de arte religiosas, muchas de las imágenes en ellas presentes llegaron a conformar auténticos “muestrarios” iconográficos al servicio de la copia (tanto en el ámbito profano como en el religioso). Y es que, otra de las funciones que han ejercido las imágenes artísticas a lo largo de los siglos ha sido la de servir de modelos; las historias representadas a lo largo de la Edad Media, y posteriormente, se repitieron constantemente, en buena parte debido al hecho de que derivaban todas ellas de una misma narrativa (la Biblia por ejemplo), aunque con el tiempo los temas iniciales evolucionaron al aumentarse la complejidad en las escenas, en el número de personajes, etc. Será, sin embargo, en el s. XV, con la invención de la imprenta de caracteres móviles, cuando la función de las imágenes como repertorios copiables alcance una mayor difusión, siendo muy común encontrar en este siglo obras casi similares, como por ejemplo sucede con los grabados de Durero.

 

 

Hay que tener en cuenta además que muchas veces los artesanos encargados de realizar las obras estaban sujetos a las exigencias de los encargantes, en unos casos las que imponía la Iglesia, principal consumidor de este tipo de arte a lo largo de la Edad Media, y en otros casos cofradías o confraternidades (como el retablo comisionado por la Confraternidad del Santo Sacramento para San Peter). De este modo las representaciones se desviaban lo justo de la “verdad”o eran extremadamente exactas, para satisfacer al cliente y sus necesidades. Necesidades que cambiarán con el tiempo a la par que cambie la sociedad, porque, como ya se ha dicho en multitud de ocasiones, el arte no sólo recoge los conocimientos y el espíritu de una época, sino que es reflejo a su vez de la misma. Y si así por ejemplo este altar del santo Sacramento debía ajustarse exactamente a las indicaciones de dos profesores de teología, en pleno renacimiento humanístico Miguel Ángel llenará el techo de la Capilla Sixtina de figuras desnudas y musculosas.

 

Hoy día, aunque parezca que todos estos modos de expresión quedan muy lejos, continúa vigente esta forma de comunicación mediante escenas secuenciadas. Sin entrar ya en la más obvia como son los planos que el cine pone en movimiento, encontramos que este mismo sistema aún se sigue empleando en nuestra sociedad, bien con una finalidad ilustrativa, de advertencia, e incluso humorística.

 

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